Blas Jesús Muñoz. Sin pecado concebida. Así llegó María Santísima a este mundo y así la reconoció Córdoba hace siglos, cuando el Dogma no era más que un pálpito en el alma, tan natural como la Verdad revelada que sabe que proviene de Dios y que sólo la Fe puede entenderla con cariño y obediencia.
Por la Compañía, el altar que luce los azules de otro tiempo situaba en el centro de su Universo a la antigua Titular de la Hermandad de los Escribanos para dar testimonio, protestación pública de Fe en la Fiesta de Regla de la Cofradía del Santo Sepulcro. La jornada era gris en las calles y azul, como el color que inspiró a los poetas, en los templos.
Una mirada de azules proyectada en la Esperanza del Valle, a través de un Besamanos tan intenso como la vida de su Hermandad de la Cena, derramándose de vida en cada detalle. En la solidaridad que siempre urge, al igual que en el Besamanos de la Encarnación.
Mayor Dolor, Dulce Nombre, Alegría, Concepción, Salud, Reina de los Ángeles, Gracia y Amparo estrenando el pañuelo que le han regalado sus jóvenes cofrades, Trinidad o Palma, daban cuenta de una ciudad que se mira en María Santísima, en la Virgen, en su Madre. Córdoba era una Arca este martes, un ara infinita donde los pecados se arrepienten de haberlo sido, fin de la gracia nos alcanza y nos avisa de que este Valle de lágrimas es sólo una parte del camino, donde el amor, su presagio, triunfará en la vida eterna.