Con la Festividad de la Inmaculada llegó la apertura de la puerta de este Año Jubilar de la Misericordia. Un año, que sin tocar serlo, el Pontífice ha querido regalar a la Cristiandad, para que seamos más conscientes de una dimensión concreta de nuestra fe, en este caso, la misericordia. Quiere, en definitiva, y según sus propias palabras, que no nos cansemos de pedir perdón. Nos invita a anteponer la misericordia al juicio.
Ayer, día 9 de diciembre, me regalaron un maravilloso despertar con la fotografía que ilustra este artículo, que me hizo reflexionar sobre el papel de María en mi vida. Esa figura de mujer buena que desde el mismo día de mi nacimiento acompaña cada uno de mis pasos y que siempre me acompaña. A la que con pena o alegría siempre acudo para ver en Ella la solución a mi júbilo o mi tristeza.
Ella es faro que guía y alumbra la senda del camino de mi vida. Ella es puerto en la que, algún día (espero que aún lejano), descansará el navío en el que recorro mi sendero. Ella es la puerta que, como dice la fotografía, encuentro siempre abierta cuando necesito refugio.
Y es que Ella es misericordia, Paz para sosegar mi angustia, Rocío que refresca mi corazón, Carmen que adorna mis noches oscuras, Esperanza para mi desánimo... Y así es Ella, una Madre Inmaculada, Sin Pecado Original que es principio y fin de mi ser.
Raquel Medina
Recordatorio Sendero de Sueños: Dejad que vuele la imaginación