Debo de decir que el pasado sábado, cuando ya había acabado el ensayo en el que me encontraba inmerso, me llegó la noticia que un capataz había presentado su dimisión, en nuestra tierra. Difícil de creer en los tiempos que corren. Y la verdad que en la vorágine en la que nos encontramos y cuando todos nos postulamos a favor o en contra de unos y otros, estas decisiones son a día de hoy, sorprendentes.
No voy a entrar si ha sido acertada o no esta decisión. Sólo en saber valorarla en su justa medida. Los motivos que han llevado a este capataz a tomar esta medida los desconozco, sus razones tendrá o sus sinsabores, a lo que voy es que ha decidido poner fin a ese viaje con ese paso. Y como decía anteriormente, en los tiempos que corren, por las hermandades y cofradías y sobretodo en el mundo de los costaleros y capataces, te llama aún más la atención.
Porque digo esto. Porque hoy en día casi nadie dimite. Digo casi nadie porque alguno lo ha hecho. Pero es muy complicado hoy en día con estos tiempos que corren que la falta de respeto y de educación, en definitiva de valores, esta a la orden del día. Ni me cae mejor ni peor, es como es, dicho capataz, nos conocemos de poco pero el saludo cordial por vergüenza y educación no nos falta, y no soy nadie para ponerme la toga negra con ribetes de juez para hacerlo.
Muchos son los comentarios que en los últimos meses se han cebado con él. Cierto. Que yo sepa todos nos equivocamos y tomamos decisiones acertadas. La vida es así. Y lo más importante que rectificar es de sabios, aunque a veces para los que tienen la vara de mando eso no sea suficiente. Hemos llegado a un punto que lo material y superficial tiene una importancia excesiva. Entiendo que estamos en una época distinta a la de antes. Pero seguimos siendo personas. Y además de personas somos creyentes en una religión y por más vueltas que le doy a las Sagradas Escrituras, el que nos puso en este camino, tuvo una reacción impresionante ante María Magdalena. ¿De que lado estamos?
Porque hoy en día nos cebamos de una manera sin piedad con las personas. Quizás si no nos mirásemos tanto nuestro ombligo, nos iría mucho mejor. Si fuésemos más humildes y no tuviéramos un corazón tan oscuro, creo que otro gallo nos cantaría. Y es duro ver como estamos siempre dispuestos para criticar pero para ayudar o alabar a otra persona que no sea a mi mismo es muy complicado.
Es por lo cual, sólo quiero que veamos en nuestro interior, si seríamos capaces nosotros de hacer lo mismo que este capataz. Claro habría que saber exactamente cuáles han sido los condicionantes para tomar esa decisión, pero si fuesen los mismos, seriamos cada uno de nosotros humildes, sinceros y valientes para tomar esta misma decisión u otra. Ahí lo dejo.
Pasando a otro asunto, pero a la vez relacionado con capataces y costaleros, anoche viendo el programa de Onda Mezquita, El Cabildo, puede contemplar las explicaciones a los temas candentes, de tres capataces y dos costaleros, que hoy en día vemos casi de continuo y corrido en nuestras cuadrillas de costaleros. Que cierto es que la técnica de hoy en día es mucho mejor que la de nuestra época. Digo de nuestra época, porque exceptuando a los costaleros que uno es más joven que yo y el otro “musho” más experimentado, somos más o menos de casi las mismas hornadas.
Los tres capataces coincidían en casi todos los aspectos. Hoy en día está la técnica, las maneras de hacerse la ropa, los costaleros de la nueva hornada este tipo de acciones las tienen dominadas como pocos. Pero hago hincapié en que les faltaban valores como decía “Sony” y Javier Juárez -por cierto próximo Pregonero del Costalero de la Ciudad de Córdoba- a los costaleros de estas nuevas generaciones. El respeto, la disciplina, el compromiso, son valores que nos inculcaron capataces y costaleros del ayer. Recordar a capataces con los cuales me inicié siempre será un motivo de orgullo y de satisfacción. Capataces que están hoy en día como Lorenzo de Juan, valedor de mi persona, Patricio Carmona, en el nazareno del Calvario, Juan Rodríguez, en el misterio de la Redención, Juan Berrocal, que me llevo de auxiliar en el palio de la Palma y como costalero en Humildad, Curro en pasos cono el misterio de la Sangre o Perdón, Federico Reloba en el Huerto, Andrés Luna con su gente del Buen Fin, Horacio y Jesús Ortigosa, mi primo Rafa Giraldo, Francisco Molina, José Antonio García Reyes, los hermanos Fernández y otros más con los que he trabajado, no han dejado de enseñar esos valores aunque los tiempos hayan cambiado. U otros que ya no siguen de capataces como Rafael Bracero, quizás retirado del martillo muy pronto por propia decisión, Juan Manuel Bravo, más conocido aún en el mundo de la trabajadera por “Marmolillo”, Pepe García Escribano, Juan Urbano, Rafael Castelló, etc.
Hay que saber retomar esos valores que como mi maestro bajo las trabajaderas, uno de ellos, Javier Juárez Martínez, su hermano o Rafael Lozano Pérez, o tantos otros en las distintas cofradías cordobesas y otros muchos más que tenemos que seguir aprendiendo de ellos, que a pesar de los cambios en la vida actual, esos valores aún no los perdieron y siguen llevándolos por bandera.
Podría recitar nombres y nombres de costaleros que lo fueron todo bajo una trabajadera y otros tantos que lo siguen siendo. No desprestigiemos este bendito oficio de ser costalero. Todavía tengo ganas de ponerme un costal y poder revivir de esos momentos que me enseñaron hace ya casi treinta años.
Estamos a sólo ya 50 días del Domingo de Ramos, disfrutemos de cada momento y hagámoslo como si fuese el último, pero con la conciencia tranquila de que no tire esa piedra sin antes mirar mi interior y sin colocarme la toga de juez.
Pachi Giraldo