Blas J. Muñoz. La posición intelectual frente al mundo que te rodea; la razón como característica inherente al ser humano; la formación recibida como elemento articulador; la emoción como parte sustancial sobre la que orbitan las palabras; la experiencia como hilo argumental de la trama... Todos estos elementos, y muchos más, aparecen cuando el pregonero se enfrenta al papel en blanco.
Antes, durante y después los meses de inquietudes, los recuerdos y, ante todo, lo que se se esta viviendo en presente continuo se configurarán para siempre entre los recuerdos que se guardarán en el pañuelo de las sensaciones para siempre. Y, uno de los mismos, probablemente, será asesorado por el pregonero de la Semana Santa de Córdoba de 2016.
Como les narrábamos, este pasado sábado tenía lugar el Rosario Vespertino de la Virgen de la Trinidad, entre la emoción y la certeza del recuerdo. Fue salir a rezar y tomar las calles de fe en una tarde de enero en que la ciudad volvía a pensarse de sí, en el rostro de la Santísima Virgen, para situarse a las puertas de una nueva Cuaresma.
El pregonero tomó, por vez primera, su lugar bajo las andas de la Virgen de la Trinidad como en un preludio inesperado, mágico, de los días que restan por venir. La emoción se dejó ir mientras su voz recorría las estaciones y su cuerpo la sostenía en el momento exacto donde se fragua un pregón.