Blas J. Muñoz. La Semana Santa se preludia y celebra en los días que la anteceden, en el aroma intenso de los incienso que se vierten y te atrapan en una esquina de la ciudad, en los altares de cultos que muestran la pequeñez humana ante la estampa áurea de la cera que inunda e irradia los altares.
Aras de azul y plata como el que enmarcada el Besapiés del Cristo de la Buena Muerte de la Hermandad de la Hiniesta. Una estampa que impresiona y que nos hace apreciar el valor devocional y emocional de la escena sacra.
A ello, se hace necesario el reconocimiento de la labor de la Priostía que posee la Hermandad del Domingo de Ramos. La misma ha hecho posible y ha dado vida a un sobresaliente montaje de cultos que se halla en la línea de los grandes altares que forman parte del patrimonio inmaterial de los cofrades.