Blas J. Muñoz. Hay miradas que nos lanzan su poder como un reto que se sostiene en el aire de una tarde hostil de la Cuaresma. El recogimiento y la fe se sostienen en el reducto amargo de los días que marcan la vigilia. El ayuno que transgrede al tiempo y se acuña en la llama que convierte en ceniza nuestros pecados.
La ciudad se viste con los oropeles de cultos exactos que dictan el calendario y que nos transforman ante la hierofanía que contacta directamente con la divinidad. Divinidad que es Dios mismo, sin ambages ni más mediacion que la Imagen Sagrada que nos conecta y nos eleva hacia Él. Como la imagen inequívoca de la auténtica Misericordia que recorrió la encrucijada de callejuelas que conectan Basílica y Catedral, a pesar de la amenaza que terminó por concretarse.
O como la mañana de este domingo que nos trajo del pasado nuestra propia historia devocional, a través del culto sacro a Coronación de Espinas o al Señor del Huerto. Todo ello, en su contención mística, lo trae nuestro compañero Jesús Caparrós. Disfruten.