Esther Mª Ojeda. Cuando algo acaba, algo nuevo empieza. Esa sin duda sería la definición más acertada y sintética para el mes de mayo en la ciudad califal, que comenzaba la semana dando la bienvenida oficial a la primavera con la representativa Batalla de las Flores y una primera jornada de patios tras haber clausurado, tan solo unas horas antes, las Cruces de Mayo con las que todo el mundo empieza a concienciarse del sinfín de fiestas – o de trabajo, depende de para quién – que trae consigo la agenda.
Para las hermandades hay más de lo segundo que de lo primero, pues son muchas las que cada año engalanan la ciudad, llenando cada rincón de colorido y engrosando la lista de Cruces de Mayo a las que la gente acude con las ganas del que ha estado esperando algo mucho tiempo. Quizá aquél que va con la firme y única intención de disfrutar no se detiene a pensar que eso es posible gracias al empeño y la colaboración de los miembros de las cofradías que sacrifican su tiempo para que todo marche a la perfección.
Por eso, las hermandades de la Santa Faz y la Paz se han apresurado a agradecer públicamente a sus hermanos tantas horas de trabajo y entrega desinteresada tanto con los preparativos y la fatigosa (y a veces desagradecida) labor de cara al público como en el desmontaje. Un esfuerzo que va ligado a la participación, el trabajo en equipo y el compromiso y que al final siempre se traduce en la satisfacción del trabajo bien hecho.
Al natural contento de la Paz, se suma este año la concesión del tercer premio del concurso en la modalidad de Casco Histórico así como los donativos obtenidos para la restauración de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y la inestimable recaudación destinada a contribuir con las Misiones Capuchinas.
Recordatorio La Cruz de San Francisco gana el concurso de cruces