Juan Pérez. El mito de la dinastía de la familia Santiago comenzó con un patriarca muy especial: Manuel Santiago Gil. No era Manolo (porque todos lo llamaban así) persona distante o altiva, sino todo lo contrario. Cercano y carismático como pocos capataces ha habido en Sevilla, supo sacar de sus cuadrillas más del cien por cien y por eso es recordado como uno de los más grandes y para muchos el más grande.
Manolo aprendió a llevar los pasos de la mano del otro grande. Salvador Dorado "El Penitente" creó toda una leyenda a su alrededor y fue otro hombre de rectos principios hasta el final de sus días. Enseñó a Manolo y el alumno (por lo menos) igualó al maestro. Lo que se conoce como la época dorada de los martillos porque en torno a ellos hubo grandes capataces con una personalidad incontestable.
En estos días en que un buen número de hermandades se han ido sumando a la petición de una calle para El Penitente como les hemos informado en Gente de Paz, una que no podía faltar era la de la Resurrección. Lo ha manifestado en sus redes sociales con un mensaje que es una declaración de principios: "Fue maestro de nuestro Capataz de Honor Manolo Santiago. No podíamos faltar! #CalleParaElPenitente".