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martes, 30 de agosto de 2016

El Rincón de la Memoria. El palio que marcó una época


Esther Mª Ojeda. Hace solo unos días que Gente de Paz se hacía eco de la noticia de un estreno especialmente significativo por parte de la salesiana Hermandad del Prendimiento. La particularidad es que ese estreno es más una recuperación patrimonial que la cofradía ha hecho posible gracias a la labor de un grupo de hermanos y a las manos del también hermano y bordador Francisco Mira Montoro.

Como ya recordábamos anteriormente, la corporación ha confiado a Mira la tarea de rescatar los antiguos bordados – realizados por las Madres Adoratrices de Córdoba – del techo de palio que años ha cubriese al valiosísimo grupo escultórico de la Virgen de las Angustias. El propósito de este trabajo no es otro que el de enriquecer el nuevo manto de vistas de terciopelo azul con el que podremos contemplar por primera vez a la Virgen de la Piedad durante los cultos que le serán dedicados entre los días 5 y 8 de septiembre.

De este modo, la Hermandad del Prendimiento recupera asimismo una parte importante del pasado de nuestras cofradías y, por lo tanto, también del patrimonio histórico de la Semana Santa de Córdoba, con un gesto que nos invita a recordar las célebres – y para algunas generaciones sorprendentes – fotografías que demostraban que un día, hace ya muchos años, la Virgen de las Angustias llevó el cuerpo sin vida de su Hijo bajo palio.



El paso usado para tal fin recorrió las calles de nuestra ciudad desde 1937 hasta 1957, año en que la cofradía tomó la determinación de sustituirlo siguiendo las recomendaciones del entonces obispo, Fray Albino que afirmaba que la Virgen de las Angustias debería desfilar “siempre el Jueves Santo sin palio y sin luz eléctrica, por no ser litúrgico y que si hasta ahora lo ha hecho de distinta forma, ha sido por tolerancia especial, que no puede continuar ni un año más [...]”. Dicho lo cual, la corporación decidió finalmente retirar el palio, posteriormente cedido a la dulce dolorosa de Cerrillo, y más tarde encargando el nuevo paso a Antonio Castillo Ariza, dejando al fin al margen el antiguo paso ochavado de estilo renacentista.

Sin embargo, la documentación gráfica conservada nos ha permitido a generaciones posteriores observar el paso que marcó un período en la larga historia de la obra de Juan de Mesa, llegando a captar nuestra atención no solo por el famoso palio, sino por la asombrosa posición con la que en 1944 el Señor se mostró ante los fieles en el huerto de San Agustín, apoyando la cabeza y el brazo derecho en las rodillas de la Madre, obedeciendo así a la teoría que afirmaba que podría ser ésta la disposición que el imaginero cordobés pensase para la que sería su última obra.









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