Con las vistas puestas en este nuevo curso cofrade, toca hacer recopilación del pasado curso, en el cual, hubo una incorporación en mi vida, que marcó un antes y un después. Llegan los meses de ensayos de las cuadrillas; lunes, martes, miércoles y así con el resto de días de la semana. Sin duda alguna, las noches de frío y de ensayos son el anticipo de la Semana mas importante para todos los cristianos, la Semana Santa, semana para rememorar la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Noche de viernes, pero un viernes Cuaresmal, y para este humilde cofrade y aficionado al mundo del costal, se presenta una nueva jornada de ensayos por el centro de la ciudad, pero una simple llamada telefónica hace cambiar los planes. Toca marchar al Valle de los Pedroches, donde una vecina nos espera. Mirada fija, cara sonrojada y sonriente, y mis ojos, fijados en ti. Eres tú, Madre mía de Luna, la que, por algún motivo quisiste que estuviéramos allí, en la bella Parroquia construida en el siglo XVI.
Noche de ensayo, noche fría de Hermandad, un sueño a pocos días vista; es 19 de Febrero, y en Pozoblanco, un grupo de aventuras costaleras deciden dar el paso al frente, y ser de esta manera los pies de su Bendita Madre, Patrona del Pueblo en la soleada y radiante mañana del Domingo de Resurrección. Ilusión, ganas y nervios podrían ser tres de los adjetivos empleados para describir lo vivido en esa mágica noche. Bajo las órdenes de uno de mis maestros en este bendito mundo de las Cofradías, nos aventuramos a salir y así desafiar al frío y los nervios de la primera toma de contacto bajo las trabajaderas de muchas de las que fueron sus pies esta Semana Santa.
Poco a poco, fueron llegando más y más, las nuevas incorporaciones cargadas de ilusión por un sueño que había comenzado, pero del que a día de hoy, aún sigo inmerso en él. Unas mujeres que me demostraron el amor hacia una Madre, desconocida por mi hasta hace bien poco, pero que rápidamente pasó a formar parte de mi vida ocupando un lugar muy importante dentro de ella. Es por eso Madre mía, tú que tienes Luna por mirada y un pueblo llamado Pozoblanco por testigo, que cautivaste mi corazón... Cuento los días para volver a verte de nuevo allí, en tu humilde camarín, frente al imponente Jesús Resucitado que tallara el insigne Romero Zafra, al cual acompañas cada Domingo de Resurrección; y por supuesto, vuelvo a contar los días para sentirte salir por el pórtico de Santa Catalina, encontrarnos con tu hijo Resucitado o bajar la Costanilla del Risquillo, benditos escalones que saben a gloria.
Miguel Ángel Carvajal Ruiz