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lunes, 10 de octubre de 2016

La antigua Hermandad del Señor de la Caridad


Esther Mª Ojeda. Se caracteriza la Hermandad de la Caridad por ser una de las corporaciones cordobesas con más solera además de ser una de las de mayor antigüedad de la ciudad, con una fundación que data del siglo XV, posiblemente en torno a 1469. Forma parte de ese grupo de hermandades cuyo origen está íntimamente ligado a la labor hospitalaria – siendo estas las primeras en surgir –, razón por la que sus creaciones se fundamentaban, además de en el culto a las imágenes, en la actividad espiritual y sobre todo en la labor caritativa y social que se aplicaba de forma especial en los respectivos hospitales que ellas mismas habían fundado anteriormente.

Sus principales líneas de actuación, desde el establecimiento del Hospital de la Santa Caridad en la Plaza del Potro, abarcaban trabajos tan diversos y comprometidos como el enterramiento de aquellos que habían sido ajusticiados, el rescate de cautivos, la ayuda y el mantenimiento tanto a huérfanos como a viudas y la participación en las distintas casas de salud, dejando con ello en un lugar secundario al aspecto religioso o la veneración a su imagen titular. 

Al igual que en otros y numerosísimos casos, a pesar de que los orígenes de la popular cofradía del Jueves Santo se sitúan en el siglo XV como ya se ha mencionado con anterioridad, la corporación atraviesa a lo largo de su historia por períodos de luces y sombras que condujeron a su desaparición en el siglo XIX hasta que en 1939 tiene lugar su definitiva refundación.

Independientemente de la primera fundación de la hermandad en el Monasterio de San Pedro el Real (actual San Francisco), el Señor de la Caridad no llega a ella hasta el año 1614 a través de una donación realizada por Juan Draper de Valencia, a quien a su vez había sido entregada la talla del crucificado como pago de una deuda por parte de la Cofradía de San Bernardino, con la que la hermandad compartía su sede. 

Aunque la documentación sobre la larga historia del venerado Cristo de la Caridad no ha conseguido desvelar el nombre del que fuera su autor, sí ha sido capaz de señalar a un taller andaluz como cuna de su ejecución. Puede que, de forma más concreta, la imagen del Señor se realizase en un taller sevillano entre los últimos años del siglo XVI o primeros del XVII, ubicándose con ello en el Manierismo del que hace gala su fuerte anatomía, de grandes proporciones y marcada por su característica inclinación hacia la derecha, con la que la cabeza del Señor cae al fin desplomada sobre su pecho dándole ese aspecto de definitiva serenidad tras el sufrimiento padecido.

A través de los años, el celebérrimo “Señor de los legionarios” ha debido someterse a cuatro procesos de conservación y restauración: la primera se abordó en el ya remoto siglo XVII, a la cual siguió otra en el siglo XVIII. Desde entonces, no fue hasta la refundación de la cofradía, en 1939, cuando la imagen del portentoso crucificado fue puesta en las manos de Rafael Díaz Peno hasta que en la década de los 80 el conocido Miguel Arjona repitió el procedimiento. 

Así, hace unos meses la corporación se hizo eco de una serie de actos con los que la corporación solicitaba la colaboración de sus hermanos a la par que anunciaba la nueva restauración del Señor de la Caridad encomendada a Enrique Ortega y Rosa Cabello y con la que la cofradía vuelve a tener en óptimas condiciones al querido titular a cuya hermandad pertenecieron ni más ni menos que los Reyes Católicos, Juana I, Carlos I, Felipe II y además del enormemente recordado D. Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.

Fotografía Hermandad de la Misericordia





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