Niño, en el mundo cofrade abunda la gente que no está preparada para asumir ningún tipo de crítica. No, no, no, no... ni amable ni de ningún tipo. Se ve que las cofradías deben estar dirigidas por juntas compuestas de papas y papisas que gozan del dogma de infalibilidad que se presume solamente corresponde al Obispo de Roma. Oye, y que uno llega y le dice: ¿pero, muchacho, acaso es mentira lo que digo desde mi taberna? Y entonces intentan salir por la tangente y usan aquello de "no, pero es que...". Pero es que, ¿qué, so mamarracho? ¡Que te molesta que te pillen con el carrito del helado! Y eso es todo, niño.
Y es que la prensa de siempre, niño, no acostumbraba a atizar a los jefes de determinadas cofradías y así andamos. Ahora no aguantan ni una ni media. Antes había hermandades protegidas y protegidísimas y todo era maravilloso y de color de rosa. Eso sí, a algunas, un periodista que ahora va de místico, de fino y de poético sí se permitía atizarlas usando algún seudónimo copiado de sus primos de Sevilla y desde ahí sí era muy hombre y muy machote para soltar algún rebuzno en forma de "chisporroteo".
Pero bueno, niño... ¿Qué le vamos a hacer? El periodismo cofrade cordobés ha sido al periodismo lo que el arte grafitero ha sido al arte. ¿Y qué hacemos con los perritos falderos que acompañan a algunos periodistas cofrades ladrando a quienes se meten con sus amos? Pues no lo sé niño, no lo sé. Yo me ocupo solo del que me vigila la Taberna. ¡Quinito, guapo, ven p'acá!
Julio el Tabernero