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domingo, 20 de noviembre de 2016

¡Quién pudiera romper tus ataduras!


Eva Martín. Sometido al odio más fiero, amarrado a mis miserias, condenado por mis pecados, golpeado por mis olvidos, crucificado por mis carencias... Así te observo, Padre Mío y no puedo evitar un dolor que se clava como una daga en mi corazón marchito, porque sé que tu sufrimiento es por mi culpa, porque me olvidó permanentemente de ti, de tu mensaje de amor, de la luz que habilitas para alumbrar mis pasos por el sendero y que yo me empeño en ignorar, por mi soberbia, por mí envidia, por todas esas veces que antepongo mi propia persona a quienes me rodean. Tú viniste a enseñarnos a amarnos hasta desfallecer y el ser humano te entregó a cambio su rechazo más despiadado. Por eso siento despedazar mis entrañas a cada golpe de látigo que hiere tu espalda. ¡Quién pudiera salvarte del dolor y de la muerte!... ¡quién pudiera romper tus ataduras y liberarte para siempre del daño que te he causado!.

Fotos Antonio Poyato














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