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jueves, 8 de diciembre de 2016

La Crónica: El día en que Córdoba se convierte en la Tierra de María Santísima


Carlos Gómez. Con los rescoldos aún latentes de la vigilia de la Inmaculada que protagonizaron los más jóvenes de las cofradías cordobesas en el día en el que el catolicismo conmemora la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, Córdoba se ha teñido de un metafórico azul purísima en los cuatro puntos cardinales de su idiosincrasia. 

Desde el Naranjo hasta el Cerro, desde San Lorenzo hasta Poniente, cada rincón de la ciudad de San Rafael se ha convertido hoy, más aún si cabe, en la Tierra de María Santísima, donde los cordobeses, ávidos de la esencia virginal que emana de sus más profundas convicciones han peregrinado de altar efímero en altar efímero, para preguntar a los cuatro vientos su indisolubilidad con el profundo significado de un dogma cuya defensa hunde sus mismísimas raíces en las entrañas de de nuestros antepasados.

Hoy, cada centímetro del feudo de San Acisclo y Santa Victoria, se ha impregnado del amor verdadero que sus moradores profesan a la Reina de los Cielos, materializada en las múltiples advocaciones que no hacen sino encauzar de manera eminentemente simbólica cada uno de los pasos que conducen a la orilla del mismísimo Creador, aferrados siempre a la mano de quien quiso el propio Dios, que sirviese de ancla eterna en este mar de zozobra en el que se desarrolla la implacable lucha cotidiana. Y por eso la ciudad entera ha florecido en una inusitada primavera, como el vergel de fe en que se convierte cada 8 de diciembre.

Como en Santa Marina que hoy ha sido un poco más Santa Marina, con la presencia de la más guapa de las gitanas y donde la Virgen de la eterna sonrisa nos enseñaba una vez más que la cruz no es el final del sendero; o San Lorenzo, donde brillaba de manera especial la preciosa dolorosa de Romero Zafra; o San Cayetano, donde la Reina del Mayor Dolor se sentía un poco menos sola gracias a la presencia de los cientos de fieles que derramaban su devoción en su cercanía; o en la mismísima San Nicolás, donde la Madre de quién fue sentenciado por culpa de nuestros pecados regalaba su Gracia y Amparo a quien peregrinaba hasta su mirada; o orillas de la Calle del Sol, donde la más Pura celebraba su onomástica entre el calor de la fe de sus hijos; al igual que en Poniente donde la Reina de Valle inundaba de Esperanza al sediento caminante; o en San Juan y Todos los Santos, donde la Princesa Trinitaria descendía de su trono para acercar su dulzura virginal a quienes bebían de sus pupilas; o en el Naranjo, donde la más bella de las rosas repartía Salud a sus jardineros; o en el Campo de la Verdad donde la Virgen del Dulce Nombre aguardaba para mostrarnos el verdadero camino hacia su Hijo; o en el Cerro donde se encarnaba en las entrañas del más inmaculado de los jardines el Amor más grande jamás imaginado; o como ocurría en el Cister, donde el sueño tantas veces soñado se materializada en una rotunda realidad aunque sólo sea por unas horas...

Toda Córdoba ha sido hoy más que nunca la Tierra Prometida donde la Virgen María, la Inmaculada Concepción, ha sido la Dueña indiscutible de nuestras calles y plazas y donde ni siquiera el cielo ha sido más azul que las infinitas entrañas de una ciudad que ha respirado durante veinticuatro horas solamente por Ella, por la Madre de Dios y de toda la Humanidad... Sine Labe Concepta.

Fotos Rafael Ángel Ojeda





























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