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viernes, 6 de enero de 2017

La Virgen de la Paz en la década de los 50


Esther Mª Ojeda. Las fotografías conservadas con las que a menudo podemos imaginar con mayor exactitud el pasado de nuestras hermandades son un valiosísimo material que nos ilustra sobre la estética que se les daba a las imágenes – sin duda muy diferente a la que estamos acostumbrados actualmente – ya sea en cuanto a túnicas, sayas, mantos o cualquier tipo de joya e incluso, el exorno floral, tan sometido a cambios de forma casi constante.

No solo esto puede resultarnos curioso, pues fácilmente han conseguido llamar nuestra atención otras instantáneas que nos han mostrado a ciertas hermandades en décadas pasadas realizando una estación de penitencia en la que los espectadores brillaban por su ausencia o que, por el contrario mostraban una ingente cantidad de personas abarrotando las calles hasta puntos insospechados. Aunque cierto es que todas ellas presentan un factor común que no es otra cosa que ese misticismo y recogimiento por el que siempre parece haberse destacado la Semana Santa de Córdoba.

Como una suma de todo lo descrito previamente podría considerarse la imagen que encabeza este artículo. Se trata de una fotografía que refleja el desfile procesional de la Hermandad de la Paz a su paso por la Calle Alfaros, situándose exactamente entre la emblemática Cuesta del Bailío y la Calle Mateo Inurria, antiguamente denominada del Pilero. 

Cabe destacar el período en que debió realizarse la fotografía, pues aunque no se sabe con exactitud la fecha exacta, la presencia de San Juan, acompañando en su paso a María Santísima de la Paz y Esperanza, revela que esta fue tomada en la década de los 50. Como ya recordábamos en anteriores publicaciones de Gente de Paz, la imagen del amado discípulo – obra anónima posiblemente realizada en el siglo XIX, procedente de Antequera y restaurada por Cerrillo antes de su incorporación – permaneció junto a la dulce Virgen de la Paz desde su primera salida, en 1941, hasta 1959.  

A pesar de la falta de nitidez de la fotografía, es también posible identificar el primitivo palio que cobijaba a sendas imágenes. Dicha pieza, ochavada y estrenada en 1942, año en el que aún aparecía incompleta, había sido diseñada por el insigne Juan Martínez Cerrillo, inspirándose para ello en el mítico y antiguo palio con el que procesionase el grupo escultórico de la Virgen de las Angustias hasta que la cofradía recibió la “recomendación” por parte del Obispo de Córdoba de suprimirlo de su paso por carecer de sentido en su caso concreto. Como bien es sabido, aquel olvidado palio bajo el que se mecía la Virgen de la Paz en sus primeros tiempos había sido confeccionado con hilo y bordados de seda por las Madres del Buen Pastor, aunque en su conjunto, la materialización del proyecto iniciado por Cerrillo, ha sido considerado con frecuencia como una pieza de escaso valor.

Nuevamente a pesar de la calidad de la imagen, es necesario reparar en el manto bordado de color burdeos que por aquel entonces cubría a la Santísima Virgen, rompiendo con la armonía cromática que tradicionalmente ha reinado en el inmaculado paso de la Virgen de la Paz.

Por el contrario y destacando sobre el citado manto burdeos y los cirios que habrían de alumbrar a la Virgen – de dimensiones considerablemente inferiores a lo habitual actualmente – se aprecia la saya procesional que en aquellos años lucía María Santísima de la Paz y Esperanza, del característico blanco con el que se la suele asociar y que sin duda ya había condicionado el color de las túnicas de los nazarenos que la precedían ante la gran multitud de personas que aguardaban la llegada de la hermosa Virgen de Cerrillo.




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