Carlos Gómez. Quienes acudieron a misa el pasado domingo advirtieron que algo había cambiado en Santa Marina. En uno de los laterales del templo, en el mismo en el que se halla la capilla donde reciben culto los titulares del Resucitado, la parroquia ha habilitado un altar para acoger a un nuevo inquilino. Un nuevo vecino que habitará de manera definitiva entre las cuatro paredes de la iglesia fernandina.
Este vecino no es otro que San Pancracio, la venerada imagen del mártir, cuya historia rememoró en su homilía dominical el párroco de Santa Marina, Manuel Montilla, centrada en los niños que se preparan para recibir la primera comunión. El motivo del traslado es el conocido cierre del Convento de Santa Isabel
Con la evidencia del cierre del Convento de Santa Isabel derivado del proceso de venta en el que se halla inmerso, la venerada talla debía encontrar un nuevo acomodo que parece haber encontrado a escasos metros del lugar que hasta ahora había sido su hogar, Santa Marina. Una decisión acogida con división de opiniones entre los devotos, desde los que han rechazado de plano su salida del convento, hasta los que ven con buenos ojos el cambio porque permitirá un mayor número de visitas al encontrarse en un lugar más accesible con un horario de apertura más flexible.
Sea como fuere, las cosas mundanas tal vez puedan afectar a la ubicación en el que el objeto de la devoción puede recibir la veneración de los fieles, pero lo que en ningún caso podrá hacer es terminar con una de las tradiciones más arraigadas de la Córdoba más popular, acudir cada miércoles a visitar a San Pancracio.