Emigraste aquél invierno del nido de tu casa capuchina, dejando al barrio huérfano de tu esencia. Te fuiste sin hacer ruido, como se marcha la luna en mitad de la madrugada, acompañada por parte de tu rebaño, en silencio... y te encontré en un oasis que jamás había sentido mío, en un pedacito de gloria, en los arrabales de tu olvidado pasado, en un altar con aroma marinero, donde te arroparon con un manto de altruismo. Y hasta allí emigré para contarte mis cosas, como siempre... y aprendí a querer a la que extiende sus redes cada quince de julio por las calles de la ciudad. Y comprendí que por más lejos que te lleven, por más que pasen los años y por más recovecos que tengan los senderos que llevan a tu presencia, por los siglos de los siglos estaré donde Tú estés...
Un
sendero a Puerta Nueva,
arrastrando
mis miradas...
fue
tu nido hasta primavera,
el
fresco oasis donde me esperabas.
Te
busqué en tu hogar capuchino,
pero
no estabas...
y
sediento de tu gesto
hallé
tu Paz donde me indicaban.
Gracias
Madre Marinera,
hiciste
un hueco en tu barca,
y
así la Blanca Paloma
tuvo
un lugar donde venerarla.
A
su vera el Padre Humilde,
te
miraba, Carmen, a la cara.
Es
un honor Madre Mía
ver
en tu pecho nuestra medalla.
El
Carmen, la Gloria Misma,
fue
el Edén de mis sueños,
con
la Reina del
Carmelo
y
enfrente la Paz
del Cielo.
Tuviste
amor carmelita
sirviéndote
noche y día
y
tu gente capuchina
viniendo
a verte en romería.
Volvieron
las golondrinas,
como
cada primavera
y
como la luz del día
volviste
a casa con la marea.
Mi
historia guarda un tesoro
de
gratitud infinita
a
todos nuestros hermanos
de
mi Hermandad Carmelita.
Y regresaste por Nisán, entre oleadas de devoción, para inundar de nuevo las calles de tu barrio, ese que ya casi no pisas cada Miércoles Santo... los que estuvimos cerca aquellos días que el destino nos regaló, siempre atesoraremos en un rincón del alma la infinita gratitud a los que te dieron cobijo aquel lejano invierno que muchos han olvidado...
En enero de 1997 el convento del Santo Ángel fue objeto de una profunda y necesaria restauración que obligó a la hermandad de la Paz y Esperanza a buscar un hogar alternativo para sus Benditos Titulares. Tras sopesar diversas opciones, la decisión fue trasladar el culto a la Iglesia conventual del Carmen Calzado (el Carmen de Puerta Nueva). Allí, frente a la mirada de la Virgen del Carmen, en el pequeño ara que existe al pie del altar mayor, recibieron culto durante el invierno Ntro. Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y Ntra. Sra. de la Paz y Esperanza. Allí tuvieron lugar también los cultos cuaresmales en honor al Señor. Y allí, aprendimos a tener nuestra segunda casa para siempre. La semana previa al Viernes de Dolores del mismo año se produjo el regreso a Capuchinos.
A raiz de aquel hecho histórico, que ha supuesto la única vez que nuestros titulares han abandonado Capuchinos desde 1940 (el Señor jamás había salido de Capuchinos) se incorporó al cortejo penitencial de la cofradía el estandarte de la hermandad del Carmen. Del mismo modo, una representación de la hermandad de la Paz acompañó hasta el año 2006 a la Virgen del Carmen en su salida. Inexplicablemente esta tradición se truncó a partir de entonces. Quiera Dios, que del mismo modo que aprendimos tanto aquellos días, aprendamos a no olvidar nunca nuestro pasado, más allá de lo que recojan las actas, y seamos capaces de transmitir al pueblo de Córdoba y las futuras generaciones de hermanos, todos y cada uno de los hechos que forman parte de la historia de la hermandad.
A raiz de aquel hecho histórico, que ha supuesto la única vez que nuestros titulares han abandonado Capuchinos desde 1940 (el Señor jamás había salido de Capuchinos) se incorporó al cortejo penitencial de la cofradía el estandarte de la hermandad del Carmen. Del mismo modo, una representación de la hermandad de la Paz acompañó hasta el año 2006 a la Virgen del Carmen en su salida. Inexplicablemente esta tradición se truncó a partir de entonces. Quiera Dios, que del mismo modo que aprendimos tanto aquellos días, aprendamos a no olvidar nunca nuestro pasado, más allá de lo que recojan las actas, y seamos capaces de transmitir al pueblo de Córdoba y las futuras generaciones de hermanos, todos y cada uno de los hechos que forman parte de la historia de la hermandad.
Guillermo Rodríguez