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domingo, 27 de octubre de 2013

Los cofrades están arrimando el hombro mucho y bien en estos tiempos de crisis. Entrevista a Manuel Soria, Delegado Diocesano de HH. y CC. de Sevilla

La Archidiócesis de Sevilla cuenta con unas 540 hermandades, de las que forman parte unas 500.000 personas. Se trata, sin duda, de un sector de la pastoral que cuenta con una atención directa y permanente desde la Curia diocesana. Al frente de esta Delegación está, desde julio de 2000, el sacerdote Manuel Soria Campos.

Delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, ¿hasta dónde llega su cometido?

Presido el Consejo de la Delegación Diocesana de Hermandades y Cofradías, formado por todos los presidentes de los consejos locales de hermandades de la Archidiócesis y por los responsables de las secciones pastorales que vienen funcionando en la Delegación diocesana. En esta Delegación se organizan cursos formativos, encuentros y retiros para la formación doctrinal y espiritual de las hermandades, y se informa sobre la oportunidad o conveniencia pastoral de actos, cursos de formación, celebraciones y cultos que, con carácter extraordinario, proponen celebrar las hermandades. También presento las propuestas de nombramiento de directores espirituales al Consejo Episcopal, atiendo pastoralmente el seguimiento de los procesos de constitución de agrupaciones parroquiales, hermandades, consejos locales, así como en los de las coronaciones canónicas de una imagen de la Virgen. Represento al Arzobispo en aquellos actos y celebraciones litúrgicas cuando éste expresamente me lo encomienda, y a la propia Delegación diocesana ante los órganos eclesiales diocesanos, regionales y nacionales en el área de hermandades y cofradías.


No le faltan ocupaciones…

Además soy el asistente eclesiástico del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla. Como tal, represento a la autoridad eclesiástica y en la acción pastoral represento al arzobispo; doy mí visto bueno a todo lo referente a actos de culto, formación y obras de apostolado y caridad; presido los plenos y todas las reuniones celebradas por los órganos de gobierno; informo sobre la idoneidad de aquellos que pretendan ser candidatos a la Presidencia, así como de los designados para pronunciar los pregones de Semana Santa y Gloria.

¿Los nuevos estatutos del Consejo han reforzado la función del delegado diocesano?

Han quedado reforzadas tanto la función del delegado diocesano como la del asesor eclesiástico del Consejo. Al delegado se le ha reforzado en el sentido de que el Consejo debe colaborar con la Delegación diocesana en cuanto tenga que ver con la formación de las hermandades; al asesor eclesiástico se le ha reforzado en la función de representar al arzobispo en su acción pastoral y en la responsabilidad que, a partir de ahora, tiene hacia los candidatos a la Presidencia del Consejo y hacia los designados para dar los pregones de Semana Santa y Gloria.

¿Es un tópico que el trabajo de la Delegación no se ciñe a la Cuaresma?

En la Delegación tenemos trabajo todos los días del año. Iniciamos el curso pastoral poniendo en marcha cursos de formación y visitando los consejos locales de hermandades de la Archidiócesis, y lo cerramos revisando el trabajo hecho y programando el curso siguiente. Piense en la preparación de encuentros y retiros espirituales. En Cuaresma y Semana Santa no anoto nada en mi agenda.

El nexo de unión entre las hermandades sevillanas es el Consejo ¿Cúal es su función exactamente?

Principalmente de coordinación y ayuda las hermandades, cooperación, asesoramiento y colaboración con la autoridad eclesiástica, gestión y representación ante las entidades y organismos públicos y privados, mediación en los conflictos entre hermandades cuando se lo solicite el arzobispo, y de organización en todos aquellos actos y celebraciones que le son común a las hermandades. Todas sus funciones y competencias se encuentran perfectamente reguladas en sus propios Estatutos.

La formación es un tema recurrente en este sector ¿Qué se hace desde la Delegación en este sentido?

Las hermandades van tomando conciencia poco a poco de la importancia que debe tener, entre sus programaciones, la formación de los hermanos, especialmente de los adultos. Pero, el trabajo que se viene haciendo aún dista mucho, en la gran mayoría de los casos, de ser un catecumenado o itinerario de formación cristiana que proporcione al cofrade una sólida formación. Es mucho el trabajo que tenemos por delante, y se están haciendo algunos ensayos de formación, organizando charlas, encuentros, cursillos, retiros, etc.

Hermandades y caridad. Aquí hay mucho y bueno que decir.

Así es. Los cofrades están arrimando el hombro mucho y bien en estos tiempos de crisis. Hay que reconocer y valorar muy positivamente la cantidad de personas necesitadas que están siendo atendidas por nuestras hermandades y los grandes esfuerzos que éstas hacen para poder dar respuesta a tantos casos como les están llegando para ser acogidos. Dicho esto, nuestras hermandades, también desde la caridad, tienen que desarrollar una dimensión profética. Es decir, dar mayores signos de austeridad y derivar parte significativa de sus ingresos a desarrollar proyectos que promuevan la salvación, aquí y ahora, de los hombres y mujeres que sufren las consecuencias del pecado perfectamente estructurado en la sociedad actual. Además, sería muy interesante que se convirtieran en la voz de muchas personas necesitadas que con sus medios no pueden llegar a las esferas y realidades que las hermandades saben y pueden llegar.

Mucho se ha hablado de la pasada Semana Santa. Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido, ¿qué se hizo mal o qué convendría corregir para otros años?

Los medios de comunicación están prestando un gran servicio a la difusión de la celebración de la Semana Santa y en llevar las cofradías a todo el mundo. Pero también es cierto que la perspectiva de una jornada de la Semana Santa es diferente según como se vea. Una cosa es cómo la vean las personas que trabajan en los medios de comunicación, que cuentan con unos dispositivos que les permite seguir varias cofradías al tiempo, y otra perspectiva es la que puedan tener los miembros del Consejo. Éstos están establecidos en un lugar determinado y concreto. Esta reflexión vale también para los responsables de una cofradía, que están limitados al espacio del recorrido procesional y a la información que les pasan desde el  Consejo. Se han podido magnificar algunos momentos por parte de quienes han conocido la totalidad de la situación y, por el contrario, quienes han tenido un conocimiento de la situación más local no han sabido responder a las exigencias del momento. Quizás se tengan que dotar el Consejo y las hermandades de medios técnicos que les permitan un mayor conocimiento de la situación general en cada momento, al tiempo que deben ponerse medios para una mejor y mayor coordinación. Dicho esto, no quiero decir que algunos cofrades no hayan estado desmesurados y desacertados en algunas decisiones.

Se critica que el Arzobispado no tenga capacidad para “castigar” ciertos comportamientos anómalos en el ejercicio de los actos públicos de las Hermandades

Eso de “castigar a las cofradías” corresponde a otros tiempos en los que la Iglesia no contaba con la reflexión que desde el Magisterio tiene hoy sobre el laicado y las asociaciones formadas principalmente por seglares. El Arzobispado se hace presente en la vida de las hermandades con dos delegaciones: una pastoral y otra jurídica. Debe ser en primera instancia, la vía pastoral, donde se busque el diálogo, el encuentro y el perdón; y en la segunda, la vía jurídica, donde se actúe desde el Derecho y las obligaciones que tienen los fieles y de las asociaciones. Desde ambas se procuran solucionar los conflictos. Siempre preferiré tratar a los seglares como adultos, aunque cometan errores, que tratarlos de un modo infantil. Y soy más partidario de la revisión de los hechos, el reconocimiento de las culpas, los razonamientos, el perdón y de la reconstrucción de las relaciones, que de los castigos.

¿Echa en falta algo en concreto del cofrade?

Valoro mucho a los cofrades para quienes la devoción a los titulares, la asistencia a los cultos, la estación de penitencia, la vida de la hermandad, la colaboración con la bolsa de caridad, la tradición heredada y al buen gusto por lo estéticamente bello, suponen unos medios que les ayudan para crecer en santidad de vida, en eclesialidad, en compromiso y testimonio de vida cristiana. Echo de menos en muchos la falta de religiosidad, de eclesialidad y de testimonio de vida cristiana. Son aquellos que se quedan en lo sentimental, lo cultural, lo estético, la afición y lo folklórico.





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