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martes, 15 de octubre de 2013

"Tengo toda mi esperanza puesta en el papa Francisco"

José Burgos, cura casi centenario y todo un ejemplo para las nuevas generaciones, no duda de que si volviera a nacer de nuevo dedicaría su vida a la Iglesia.

Cura casi centenarioy todo un ejemplo para las nuevas generaciones, no duda de que si volviera a nacer de nuevo dedicaría su vidaa la Iglesia

Es un hombre sencillo que irradia bondad y cariño. Por eso no es de extrañar que se le estime, porque su sacerdocio ha constituido una constante entrega a los demás. Su apostolado sigue siendo ejemplo para todos, pues a sus 91 años (nació en 1922) continúa con la misma labor y pasión de siempre. Sacerdote hasta el final.

--Tiene una edad que pide reposo y tranquilidad y usted, sin embargo, no abandona su responsabilidad sacerdotal. ¿De dónde saca tanta energía?

--Soy sacerdote por vocación y la Providencia Divina me ha ayudado siempre. Mire, aunque nací en Priego, toda mi vida ha transcurrido en Cabra. Estudié en el Aguilar y Eslava y con 17 años me fui al seminario dirigido por el arcipreste Antonio Povedano, que me inculcó el amor a la Virgen de la Sierra, que fue la que me llamó al sacerdocio. Cuando terminé mi preparación, primero en el seminario de Córdoba, después en la Universidad de Comillas y finalmente Teología en Sevilla, fui el primer sacerdote que ordenó el obispo Fray Albino en Córdoba (21-12-1946). Tenía yo entonces 24 años. Ya estoy jubilado pero acudo diariamente a la parroquia de la Inmaculada, en Córdoba, donde vivo ahora, y ayudo en lo que puedo.


--¿Cuál fue su primer destino?

--Primero dos años como coadjutor a la parroquia de Santa Catalina (Rute) y posteriormente cuatro años a Santo Domingo, en Cabra, también como coadjutor, para ayudar a Antonio Povedano, que estaba delicado de salud. Cuando falleció me presenté a las oposiciones de párroco y conseguí la plaza. He estado en Los Remedios 51 años. Fui su primer titular. Allí celebré tres bodas de oro: como sacerdote, como párroco y las de la parroquia.

--En tantos años ha vivido muchos vaivenes de la Iglesia. ¿Con qué etapa se queda?

--He visto en la Iglesia un resurgimiento positivo desde la Guerra Civil y después por las circunstancias especiales ha participado en todo. La labor de la Iglesia es constante. Siempre con la mano tendida a todos. Tengo mucha esperanza en el papa Francisco, que cada día me recuerda más al queridísimo Juan Pablo II, al que visité en cinco ocasiones.

--Con el paso del tiempo todo se recicla y se adapta al momento que le toca vivir. ¿Necesita la Iglesia actual un retoque?

--La Iglesia está siempre en ebullición, pero es verdad, a mi manera de ver, que le faltan tres cosas muy importantes: el fomento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, formación espiritual de los jóvenes (a la vez que científico) y más compromiso de todos. Los que conformamos la Iglesia tenemos la obligación de arrimar el hombro porque hace falta mucha ayuda a los pobres.

--¿Hay pocos sacerdotes?

--Ser sacerdote es estar a la disposición de Dios. En Córdoba, afortunadamente, la vocación sacerdotal no está mal pero en otras diócesis hacen falta sacerdotes. Son ciclos. La juventud está confusa, es esencial que se forme bien.

--Se le ve feliz. ¿Ha merecido la pena todo lo que usted ha hecho por los demás?

--Por supuesto. Si volviera a nacer sería otra vez sacerdote.








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