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jueves, 28 de noviembre de 2013

Sendero de Sueños: ¿Jugamos?

Cuántas veces hemos escuchado a los peques de la casa hacer esta pregunta, ¿verdad? Pues bien, en nuestras hermandades no juegan con coches ni trompos, sino a costaleros y capataces, como bien decía mi compañero Pachi hace poco, o a fiscal de horas, a alcaldes de carretas, y los más atrevidos, hasta juegan a ser Hermano Mayor.

Jajaja, me río, porque mi hermano era de esos atrevidos. De niño, jugaba a ser Hermano Mayor. Y no sólo conmigo, sino que a cualquiera que cogiera por banda, le daba el mitin del año, jajaja... (perdonad mis carcajadas, pero aún lo recuerdo y no puedo parar de reír).

Cogía una vara rematada con romero y una cinta con el nombre de Córdoba. Una vara que, para él, relucía más que la dorada cincelada. Montaba sobre un caballo imaginario que lo llevaba hasta los pies de Aquella que anida en su corazón y Aquél amigo chiquito que, sin moverse de los brazos de su Madre, siempre era su compañero de juegos.

¡Qué bonito era ser hermano mayor! A él sólo le bastaba una poca de imaginación y sus ganas de jugar, pero en la vida adulta, ¿por qué seguimos jugando con maldad a ser Hermano Mayor?

Siempre me he preguntado qué cualidades debe tener la persona que durante algunos años será primus inter pares en la Hermandad. ¿Mis conclusiones? Pues ahí van:

Deberá ser una persona que conozca el día a día de la Hermandad, pero también su pasado. Doy por hecho que es cristiana, pero lo reflejo por si hay algún despitadillo. Una persona, que haga suyos los mandamientos de Dios. Una persona, que tenga liderazgo, sin llegar a ser un “dictador”. Una persona, que dé buenos capotazos, como Curro en la Maestranza, pero con el carácter suficiente para que se hagan cumplir las Reglas, tanto al grueso de la Hermandad como a sus propios compañeros de Junta. Y la última cualidad, no por ello menos importante, no ser títere en manos de otra persona.

Algunos creo que se presentan para hacer de la hermandad un corralito. Un dominio donde vivir y pasar el rato que no pasan en sus casas. Pues señores, le pese a quien le pese, la Hermandad es de todos, y si quieren un corralito, cómprense un apartamento en Torrevieja (lo recordarán del mítico programa Un, dos, tres...). 

Otros se han presentado cuando aún no era su momento, y evidentemente, no han ganado. Eso les ha llevado a “desaparecer” momentáneamente de la Hermandad, a la que se habían presentado para ser su cabeza visible, pero dolidos por su no proclamación como hermano mayor, han optado por un discreto destierro, habiéndose comprometido en su programa electoral a trabajar por su Hermandad.

Y otros por el simple hecho de desandar todo lo andado. En ese camino, ese trayecto que llaman campaña electoral (ni que esto fueran las elecciones al Gobierno), les da igual llevarse por delante a quienes se crucen con ellos, olvidando que lo que ahora desunan, más adelante lo tendrán que unir. Sí, y digo bien, UNIR. La Hermandad es unión, y si no se tiene eso… mal camino hermanos, porque el mayor y más valioso patrimonio somos los hermanos. 

¿Tan importante es llevar una vara dorada? ¿Tan importante es llevar una medalla color oro o un cordón de ese mismo color?

Para pasar a la historia de una Hermandad no hace falta colgarse medallas ni coger varas doradas. Pienso, que la mayor historia de las hermandades está escrita por todos y cada uno de nosotros, miembros de la misma.

Me quedo con la inocencia de aquel niño jugando en la arena con su vara de romero y su caballo imaginario. 

No todo vale para ser Hermano Mayor. Dejemos de jugar y pongámonos serios de una vez. Dejemos el juego para los peques de la casa.


Escrito por Raquel Medina Rodríguez
Fuente Fotográfica Los capillitas del arte



Recordatorio Sendero de Sueños






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