Despacioso expande su adiós
el atardecer ungiendo la noche,
afligida y rota luna que ampara
en el misterio de sus claroscuros jirones,
el vivo deseo de poseer
la faz dorada del sol,
cautivo de sus fulgores,
oración del alma que enjuga la amargura
del cáliz en los olivos del huerto.
Lienzo sacro que impregna de pureza
la impronta del cuerpo despojado,
blanca flor de lino que súbita resplandece,
arraigándose a la divinidad de la pasión.
Reseca hiel que besa
el dolor de la mejilla purpúrea,
quietud del universo que contempla
en la oración del ocaso,
el surco vivo del madero
sobre la tierra muerta del Gólgota.
Bendito sendero de fe
albores que afloran honrando al padre,
aire nazareno que acuna espiritual fragancia,
íntima misericordia consagrada,
Jesús el reino de tu mirada,
Calvario de iris que redime del pecado.
¡Enlutada paloma detén tu vuelo afligido
y póstrate ante el Mayor Dolor
de madre y Virgen en su Soledad!.
De amor agonizan las rosas
que impregnan la Sacra Vía,
consuelo de Amargura la sombra de tus manos
María, remanso dulce
que unge al Hijo del hombre
en la pasión del Calvario.
Hebrea saya del hombre redención bordada,
dorado hilo que corona de espinas
la soledad del madero,
manantial de vida en la fe del alma eterna.
Plasma el misterio en quietud cristalina
enmudeciendo la entraña rota,
de terciopelo las manos que expresan
en su vacío el amor al padre.
Señora de luz, virgen “ del Cristo madre”,
nazareno de purpúrea mejilla y cruz en el hombro.
José Antonio Guzmán Pérez