El Candelabro de Cola del pasado 15 de diciembre quiso dar luz al recuerdo de María Santísima de la Soledad cuando
hacía Estación de Penitencia desde el barrio de Santa Marina. El propósito de
hoy es también el de remontarnos a tiempos pasados en busca de la Hermandad de
la Soledad, aunque no de la Cofradía que actualmente procesiona en las tardes
de Viernes Santo. El salto en el tiempo que nos disponemos a dar va a ser mucho
mayor. El viaje que hoy les propongo nos va a llevar no años, sino siglos
atrás.
Las labores de arqueología cofrade siempre me han resultado apasionantes. Recuerdo
que en mi infancia, cuando paseaba con mi padre por la ciudad y nos
aproximábamos a cualquier iglesia en la que mi radar de Hermandades no
detectaba rastro alguno, siempre le planteaba la pregunta recurrente: “papá,
¿de esta iglesia nunca ha salido ninguna Cofradía?”. Y es que uno para esto de
las Hermandades y Titulares antiguos es tela pesado. Un jartible, vaya. Así que ahora, gracias a Internet, se pueden
ustedes imaginar. Yo disfruto con una fotografía antigua de Hermandades más que
un tonto con un lápiz. Y si la misma está en blanco y negro y cuesta mucho,
debido a los habituales cambios urbanísticos, identificar la calle por la que
transita la Hermandad de turno o bien si una de las dos (la calle o la
Cofradía, claro) o las dos ya no existen… entonces ya me vuelvo loco. El hecho
es que, gracias a estas inquietudes pueriles, pude averiguar, por ejemplo, que en
San Francisco pudo existir una Hermandad de la Última Cena de Nuestro Señor que
mi bisabuela recordaba ver salir del citado templo (lamentablemente no he
podido constatar con pruebas documentales que tal hecho fuera cierto) o que en
el Convento de la Merced tenía su sede una Hermandad de la Soledad fundada entre
los siglos XVI y XVII. La curiosidad por conocer nuestro pasado, nuestra
historia cofrade, no ha muerto en mí. Así que, cuando tuve el honor de formar
parte de una de las Hermandades a las que pertenezco, animado por nuestro
Consiliario contacté con el Obispado con el ánimo de encontrar alguna
documentación valiosa que nos ayudase a enriquecer la memoria de nuestra
corporación en siglos pretéritos. No saben cómo me gustaría contarles que todo
fueron facilidades y que la colaboración del Obispado de Córdoba fue máxima. Pero
la realidad fue bien distinta. Y es que, a pesar de todos nuestros esfuerzos,
el responsable o responsables de la Secretaría General del Obispado nos
denegaron, por aquel entonces, la posibilidad de arrojar luz sobre nuestro
pasado. Ya se sabe: Con la iglesia hemos
topado, amigo Sancho…
Seguramente recordarán que, hace ya algo más
de cuatro años, en noviembre de 2009, la Hermandad de las Angustias llevó a sus
Titulares a San Agustín para presidir la exposición “Angustias: historia y
patrimonio”, que organizó la Cofradía para clausurar los actos desarrollados
durante 2008 para conmemorar su 450
aniversario fundacional. Podrán imaginarse cuál fue mi sorpresa cuando, a punto
de concluir mi visita al antiguo templo agustino, tuve ante mis ojos a la
antigua talla de Nuestra Señora de la Soledad. A continuación les reproduzco
íntegro el texto del catálogo en el que se describe a esta antigua talla. La
redacción del mismo la realiza el periodista Francisco Mellado Calderón:
Durante más de cuatro
siglos el crucero del lado de la Epístola del antiguo convento de Nuestra
Señora de la Merced estuvo ocupado por el altar de la titular de la cofradía
que le rendía culto a la Soledad de Nuestra Señora. Las fuentes documentales no
han aportado dato alguno sobre la fundación de la misma, si bien, a partir de
1569 varios documentos acreditan su existencia. Sus reglas permanecerán
vigentes hasta la primera mitad del siglo XVIII cuando se redactan las nuevas.
La cofradía de la Soledad procesionaba en la Semana Santa cordobesa en la tarde
del Viernes Santo. Tras varios siglos de esplendor, bien entrado el siglo XIX
la cofradía languidecerá hasta su definitiva extinción.
Todas estas interesantes
aportaciones históricas, han sido meticulosamente documentadas por el
historiador Juan Aranda Doncel, cobrando toda su dimensión al ser localizada la
imagen de la Virgen de la Soledad. La efigie había estado en la iglesia de la
Merced hasta la intervención del arquitecto Rafael de la Hoz en el antiguo
convento, años antes del fatídico incendio del templo en 1978, de ahí que la
imagen se salvara. De la Hoz, junto a su equipo, desmontó los retablos e
imágenes de la iglesia debido a su mal estado de conservación, trasladando
éstos a distintas dependencias de la Diputación, con el paso de los años e
inevitable deterioro fueron relegándose a un segundo plano acabando muchas de
estas obras en paradero desconocido. Afortunadamente, tras una ardua labor de
investigación, la imagen que nos ocupa fue localizada en las atarazanas de la
Institución Provincial, situadas en el Parque Figueroa, desde allí fue traída y
depositada de nuevo en la iglesia de la Merced.
La Virgen de la Soledad
es una imagen de candelero, preparada par ser vestida, a través de las cuentas
de la Cofradía sabemos que la imagen fue adquirida en Granada en la segunda
mitad del siglo XVII (dato que nos corrobora que vino a sustituir a la imagen
fundadora de la cofradía) y que costó 400 reales: “Costó la imagen de Nuestra
Señora en Granada 400 reales, las lágrimas llanas y redondas 50 reales, y los
tornillos que se hicieron dos veces para la diadema 7 reales, de traída de la
imagen de Granada, 27 reales, de entallar la imagen 20 reales, de la cruz verde
45 reales”.
Gracias a estas cuentas
sabemos que la imagen que ha llegado a nosotros presenta varias restauraciones,
la primera de ellas tuvo lugar en 1730, tal y como corroboran los gastos de
“componer el rostro, ojos y pestañas”; la segunda en 1740 pagándose por
componer el “rostro y echar manos nuevas”. De ahí que el actual responda a las
creaciones de mediados del siglo XVIII, con rasgos que pueden relacionarse con
la estética intimista y ausente que pervivía en la imaginería de la época.
Quizás esta última intervención, y atendiendo a algunos detalles concretos de
la imagen, pudo ser llevada a cabo por Alonso Gómez de Sandoval que por esas
fechas se encontraba trabajando en el cenobio mercedario.
Con todo, la Virgen de la
Soledad muestra un afligido y cabizbajo semblante de mirada fija en el fiel que
la contempla desde abajo. Su expresión es meditabunda de dolor contenido,
presenta labios sellados y grandes y abultados ojo de donde afloran lágrimas de
cristal que le recorren la cara. En cuanto a la policromía, aunque algo alterada,
se vuelve más sonrosada en las mejillas y párpados para expresar aún más el
dolor.
En cuanto a su
indumentaria, la Virgen vestía a la usanza de las antiguas dolorosas, saya,
manto, rostrillo, toca monjil y adornado el pecherín con encajes y perlas. Sobre
el pecho el corazón con los siete puñales y tocada con una diadema de plata.
Está documentado que la imagen poseyó un ajuar bordado entre el que sobresalían
diversas prendas realizadas por el prestigioso bordador Bartolomé Gómez de los
Ríos.
Tras su recuperación ha
sido sometida a una restauración en el módulo de la imaginería de la Escuela
Taller “Palacio de la Merced” dependiente de la Diputación de Córdoba, bajo la
dirección de su monitora Elisa del Río Cadenas de Llano, en esta intervención
se le han reintegrado las partes de la policromía perdidas, igualmente se le ha
dotado de un nuevo candelero y un juego de manos, perdidas por el paso del
tiempo, éstas han sido modeladas, siguiendo los modelos de la época de la
imagen, por el imaginero cordobés Antonio Bernal Redondo.
Aquí tienen parte de nuestra historia
cofrade. ¿Qué ha sido de esta valiosa imagen desde la finalización de la
exposición en San Agustín? No sabría decirles. El único dato que puedo
corroborarles es que la imagen fue ofrecida a la Hermandad de las Angustias,
aunque su Junta de Gobierno declinó la posibilidad de hacerse cargo de la
misma. También he oído rumorear que hubo algún intento de reorganizar la
primitiva Cofradía a todas luces fallido. El hecho es que si ustedes tienen a
bien visitar el Convento de la Merced no encontrarán, en la parte de iglesia a
la que los fieles podemos tener acceso, a Nuestra Señora de la Soledad. Y es
curioso… en estos últimos años estamos asistiendo a diversos intentos de fundar
nuevas Cofradías (ironías del destino: ¡una incluso en su propio templo!) que
empiezan su andadura encargando una Titular mariana de nueva factura y, sin
embargo, nuestro pasado, personificado en una antigua talla de gran belleza, se
halla –de manera inexplicable- apartado de nosotros. A mí, particularmente, esto
me duele. ¿Soy el único que piensa que esta imagen, al menos, debería ser
repuesta al culto?
Ésta es la historia de Nuestra Señora de la
Soledad. Una Virgen que, parece ser, está condenada a vivir exiliada de nuestra
memoria. Sirvan estas líneas para rescatar del destierro del olvido a Nuestra
Señora de la Soledad: la imagen perdida de la Semana Santa de Córdoba.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de Cola