Ayer fue un tradicional día de balance, de cierre de etapa, de ciclo. He de reconocer que esta costumbre siempre me ha parecido bastante absurda porque el establecimiento de una frontera entre años es algo tan artificial como la creación de fronteras entre estados, tema que está tan de moda en los últimos tiempos, sobre todo entre algunos políticos de "pequeños países de ahí arriba" como dijo Josep Guardiola, el gran gurú del fútbol moderno, con permiso de Jorge Valdano.
El título de la reflexión de esta semana es una frase que se utiliza para muchas cosas, puede servir para un roto y para un descosido. Viene al pelo desde luego para cerrar este año para olvidar en muchos aspectos. Ha sido un año malo para la realidad económica del ciudadano, para la salud de los servicios sociales, para la salud democrática del país -que cada cual entienda esta palabra como le apetezca- y para las libertades y los derechos de todos, o casi todos.
Desde el punto de vista cofrade tampoco ha sido un año precisamente para recordar a pesar de la Magna y del Rocío de la Fe. Los últimos episodios "electorales" sufridos, más que vividos, en dos importantes hermandades cordobesas y alguna importantísima sevillana son buena muestra de ello. Nuestra realidad cofrade no goza de buena salud. Llámenme pesimista pero en mi opinión tenemos una gran cantidad de problemas encima de muy difícil solución y con franqueza, no espero en absoluto mejoría en el año que hoy comienza.
El grado de banalización al que se ha llegado en el "capilleo" -permítanme la expresión- es tal que las hermandades se han convertido en un remedo de la política, en ocasiones divididas en facciones ávidas de poder y en otros casos abocadas a juntas gestoras generalmente a causa de unos dirigentes con escasa preparación o ninguna y una oposición eventual con mucha fuerza para criticar y poca para trabajar. Y el futuro no se antoja halagüeño en ninguno de los dos supuestos.
El pasado viernes tuve una experiencia psicológico-religiosa de las que gustan de examinar los "analistas del comportamiento humano". En el transcurso de breves minutos pasé de la felicidad y el disfrute a causa de la maravilla que se pudo escuchar en San Pablo a cuenta del Concierto de Navidad organizado por la Hermandad de Expiración e interpretado por la magnífica y poquísimo valorada en nuestra ciudad (al menos no como merece) Agrupación Musical Ecijana, a la indignación más absoluta, hasta el punto de levantarme del banco en el que estaba reconciliándome con la música vocal y marcharme por la puerta.
Resulta que la puntería hizo que en mi misma banca, tres lugares a mi derecha se sentase uno de esos gurús -como Guardiola y Valdano- que preñan nuestro universo cofrade. Uno de esos sabios absolutos que todo lo saben y que con su actitud lastran a la hermandad a la que pertenecen. Uno de esos elegidos de los dioses para iluminar a los seres inferiores que tenemos la suerte de gozar de su presencia y su erudición. Uno de esos líderes innatos que se rodean de un grupo más o menos grande de palmeros -un buen amigo los denomina tontos útiles-, incensario en mano -para incensarle a él se entiende-. El tipo de personaje del que les hablo no es exclusivo de una hermandad desde luego. Lamentablemente existen en muchas de nuestras corporaciones. En la mía hay algunos, ocupando cargos de relevancia y en el retiro espiritual que bien merecido tienen "después de haber guiado a los mortales por el camino de la Verdad". Uno de estos mesías que cuando hablan lo hacen en nombre de todos los hermanos, porque sabido es que no puede existir opinión distinta a la suya. Hemos visto -leído- algún ejemplo de esto después del último cabildo celebrado en nuestra ciudad. Leyendo a los "ganadores" parecería que nadie votó en contra, que todos apoyaban la decisión democráticamente adoptada... y evidentemente no es así, y el resultado, más apretado de lo que parece, lo demuestra.
Volviendo a lo sucedido, en un momento determinado del concierto, el hermano mayor de la Hermandad Penitencial de San Pablo, Rafael del Pino tomó la palabra para agradecer a todos su presencia y expresar su satisfacción por el evento. Desde aquí mi más sincera enhorabuena, fue todo un éxito. Aprovechando el brevísimo discurso, uno de los palmeros que acompañan al ser supremo, buscando con el gesto y la mirada la aprobación del jefe -imprescindible para reafirmar su propia inseguridad-, vino a decir con otras palabras, refiriéndose al Señor del Pino -Rafael del Pino, no se me pierdan-, lo que dice el título de este artículo: "Tanta Paz lleves como descanso dejas" añadió además, "y se queda tan tranquilo...". Hay que aclarar, que este es año electoral en esta hermandad y que todo apunta a que quien dirige el barco no tiene intención de repetir. Quisiera pensar que el individuo del comentario y los que le rieron la gracia, hacen pública su postura, no en tertulias de autoproclamados expertos cofrades, sino a la cara, en persona o en texto. No es necesario acudir a un cabildo, desde luego, sobre todo porque estos, con carácter general han dejado de ser el máximo órgano de decisión de nuestras hermandades para convertirse en una suerte de adoración al líder convertido en hermano mayor, que es quien dispone de lo que se habla, vota, opina o pregunta. Algunos de los que formamos parte de Gente de Paz hemos dado buena muestra de que no es necesaria nuestra presencia en cabildo alguno, con independencia de que acudamos o no en los que se vayan a celebrar en el futuro, para dejar claro que no somos precisamente fans de la forma de llevar nuestra casa.
Sería deseable que en lugar de hacer comentarios que no vienen a cuento en mitad de un Concierto de Navidad, escondidos bajo el ala protectora de aquel del que buscan aprobación porque parecen carecer de criterio propio, o incluso aquel mismo que la otorga, hicieran pública su postura y no sonrían a la cara y murmuren a la espalda. Porque luego pasa lo que pasa, le damos palmaditas y abrazamos efusivamente, pongamos como ejemplo así al azar, a quien diseñó nuestro palio, y a la vuelta de la esquina "donde dije digo digo diego" y lo ponemos a caer de un burro.
Estos que luego de intentar destruir todo lo destruible, no tienen los redaños de poner la cara -arriesgándose a que se la partan llegado el caso- para cambiar las cosas y se esconden en sus cuarteles de invierno esperando al próximo "primo" para poder ejercitar con él su deporte nacional, "darle leña al mono". Si las cosas no les gustan, presenten una alternativa o en su defecto den soluciones públicamente, que todos aprendamos de ellas, las pongamos en común y entre todos intentemos mejorar lo que sea preciso mejorar. Pero es más fácil disparar desde la trinchera… y más cómodo
Yo sí que les digo a estos personajes que se vayan, que nos dejen vivir, que el mundo cofrade tiene que evolucionar en libertad, en democracia, y que su presencia en nuestras hermandades es una rémora que nos tiene anclados en un presente sin futuro que nos aboca a la división absoluta que ya existe en muchas de nuestras hermandades o al desgobierno que supone una junta gestora hartos de soportar los potenciales "primos" el ataque gratuito e incesante al que someten estos individuos, eso sí sin dar la cara.
Familias que gobiernan hermandades desde hace décadas poniendo y quitando hermanos mayores, empresarios que hacen de la cofradía su cortijo, capataces con poder que manejan a su antojo las entidades a las que deben servir, modificando estructuras de cortejos o cambiando bandas e incluso estilos de cofradías, opinadores desde capillas virtuales que menosprecian y tildan de iletrado e ignorante al disidente del pensamiento único, el suyo... Hágannos un favor, váyanse. No aburran más al personal, dejen que las nuevas generaciones ocupen el lugar que les corresponde, que aporten sus nuevas ideas e incluso que se equivoquen como ustedes se equivocaron, aunque nadie se haya atrevido en tantos años a decírselo en la cara. Nadie les ha pedido que conduzcan por ellos. Dejen que la libertad se instale en esas hermandades a las que no me cabe la menor duda aman pero a las que, al mismo tiempo, les están haciendo un daño irreparable. Sólo los grandes hombres son capaces de ver cuándo ha llegado el momento de decir adiós. Muchas gracias por el tiempo dedicado, por el trabajo aportado y como dice el dicho "gracias por los servicios prestados, y tanta paz lleven, como descanso dejan"
Este sí que sería un propósito de cambio para el nuevo año que muchos aplaudiríamos. Un nuevo amanecer cofrade.
Guillermo Rodríguez