Comiendo hace unos días, el año pasado, rodeado de cinco de mis mejores amigos, cuatro de ellos cofrades, y uno no tanto, saltó al ruedo de las muchas conversaciones mantenidas, que se acercaba una de las batallas más sangrientas de las historia.
Automáticamente recordé las lecciones de historia recibidas en mi lejana juventud, y dije en el mismo tono de la conversación, “la de Stalingrado, que duró desde el 23 de Agosto de 1941 hasta el 02 de Febrero de 1943, con un resultado desastroso de más de 734.000 personas entre muertos, desaparecidos, y heridos, por lo que fue llamada la batalla más sangrienta de la historia”.
Mi amigo me miró, y conociéndole, dijo a continuación con tranquilidad: “Pues vamos a tener más sangre en las elecciones de nuestra hermandad”.
Los asistentes a esta conversación, todos menos yo coincidían, en que por la forma en que se estaba llevando esto iba a ser así, sangrante, muy sangrante.
Y yo, no creo, que nadie desde hace meses esté por ahí en nuestra hermandad remoloneando y presentándose como candidato, es más tampoco creo que nadie ahora a más de medio año de distancia esté solicitando el voto a todo hermano que se mueva, ya que aún no han sido convocadas las elecciones, y por lo tanto, todavía no han sido señalados los candidatos.
No creo, que ningún candidato vaya contando su programa electoral, con tanto tiempo de ventaja para quien desee luchar en su contra, dentro de medio año, tiempo más que suficiente para preparar con severidad un contundente contraprograma.
No creo que nadie vaya hablando a todos los hermanos conocidos de sus intenciones, ya que algunos de estos hermanos tienen intención de presentarse como candidatos, me consta, pero que como buenos hermanos guardan silencio, para exhibir su candidatura en el momento adecuado.
No creo, que nadie permita que alguien vaya preguntando a unos y otros si conoce a fulanito, o a menganito, con la clara intención de empezar a hacerle frente a los posibles candidatos, dispuesto a empezar la batalla incluso antes que la propia guerra.
No creo que nadie lo permita sabiendo que esto es sangrante ya de por si, empezar la sangría de sus hermanos meses antes de iniciar la propia campaña, eso señalaría el poco valor de quien lo hace, y la falta de calidad de quien lo permite.
Hay que señalar la necesidad de esperar a que suene la campana para iniciar el asalto, pero que antes aún, hay que esperar el grito de “segundos fuera”, pero antes, hay que firmar el contrato de la pelea, pero antes, hay que seleccionar el oponente o los oponentes, y cuando esos pasos están dados todos en buen orden, es el momento de levantar la guardia, de empezar el combate, respetando todas sus normas y todos sus tiempos.
Si esto fuera de otra manera, lo único que quedará será una hermandad dividida, partida por medio, los unos contra los otros, algunos señalados por los golpes recibidos incluso antes de empezar, muertos, heridos, perdidos, daño, todo como firma e inicio de un mandato, y esto no le conviene a ningún candidato que se precie, por rápido que quiera ser, ya que todos los de esta batalla son del mismo bando, son hermanos, son le pese a quien le pese, los únicos elementos imprescindibles de cualquier hermandad.
No creo que permitan que entre ellos se maten, no creo que nadie crea que lo adecuado es la política de tierra quemada, no creo que nadie permita que se hagan daño alguno, y nada quede para los que quedan. ¿Será por esto que nadie hace nada?, no lo se, ni quiero saberlo, no me gustan las guerras, ni la sangre, y mucho menos las peleas entre hermanos, ¿y tú, que crees?.
Antonio Alcántara Zafra
Recordatorio El Viejo Costal