He de confesar que, con demasiada
frecuencia, me apabullan las redes sociales. En apenas unas horas de abdicación
(etimología tan ligada, o desligada, a la realeza), puedo hallar miles de tweets y, quizá -¿quién sabe?-,
descubrir que las cofradías han cambiado radicalmente, en lo que a la
superficie se refiere, porque la esencia –guste o no- sigue guardando un poso
ineludible de siglos e historias invisibles. Uso la yuxtaposición porque así
resulta sencillo ejemplificar la maraña de noticias que golpean los ojos de uno
cuando solo pretende encontrar sentido en el marasmo.
De todo ello, una noticia me ha hecho
recordar otra antigua. La segunda edición de la Feria de la Tapa Cofrade se
pospone hasta octubre. Una fecha que se antoja más apropiada que finales de
febrero y principios de marzo, tiempo de éxtasis cultual, costalero y
penitente. Y todo ello, aderezado con la preparación relámpago como si de un
Real Decreto se tratase y dar mayor sesgo político al asunto, que habrá quien
piense –a estas alturas del partido- que eso da peso, prestigio, honor y gloria
del Areópago.
Un borrón, por suerte, ejecutado a
tiempo, quizá, porque las cofradías habrán puesto una excusa tan peregrina como
que es Cuaresma y la carga de trabajo es grande. Pero un borrón, a fin de
cuentas, que nos muestra la precipitación que imprimimos a todo. Sin embargo,
por más que las tecnologías se empeñen en desmentirlo, todo suena añejo. Los
carteles anuncian estilos repetidos, aunque la Imagen que se muestre sea
excepcional –que lo es-, la trama nos muestra motivos y alegorías que nos
devuelven al marasmo de una década completa de fotomontajes cansinos.
Conversaciones, artículos de opinión que inciden en los mismos problemas de
siempre y que no son capaces de solucionarse ni en la más férrea disputa en Facebook, Twitter o en los
comentadísimos vídeos de YouTube.
Colmamos la nube virtual de la red
con estampas y palabras que caminan de lo ensoñado a la villanía y nunca
acabamos de llamar a las cosas por su nombre. Porque luego, en la vida real, te
piden explicaciones y no es bonito darlas o comprobar que mientras una chicotá tiene 100.000 visitas o un
artículo 500 “Me gusta”, en los cultos de cualquier cofradía hay 20 personas,
en los cortejos procesionales descienden los nazarenos como un goteo constante
y maledicente de nuestros propios errores. Porque lo importante es la
litografía, la letra, la silla y la feria. Porque así empezó este artículo, con
la noticia de una feria aplazada que viene de otra, la del turismo, que muestra
carteles y apretones de manos que coagulan la sangre de las arterias mismas que
le dan sentido a eso que llamamos Semana Santa.
Blas Jesús Muñoz
Recordatorio La Opinión en Gente de Paz