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viernes, 7 de febrero de 2014

El cáliz de Claudio: Camino de la Feria

He de confesar que, con demasiada frecuencia, me apabullan las redes sociales. En apenas unas horas de abdicación (etimología tan ligada, o desligada, a la realeza), puedo hallar miles de tweets y, quizá -¿quién sabe?-, descubrir que las cofradías han cambiado radicalmente, en lo que a la superficie se refiere, porque la esencia –guste o no- sigue guardando un poso ineludible de siglos e historias invisibles. Uso la yuxtaposición porque así resulta sencillo ejemplificar la maraña de noticias que golpean los ojos de uno cuando solo pretende encontrar sentido en el marasmo.

De todo ello, una noticia me ha hecho recordar otra antigua. La segunda edición de la Feria de la Tapa Cofrade se pospone hasta octubre. Una fecha que se antoja más apropiada que finales de febrero y principios de marzo, tiempo de éxtasis cultual, costalero y penitente. Y todo ello, aderezado con la preparación relámpago como si de un Real Decreto se tratase y dar mayor sesgo político al asunto, que habrá quien piense –a estas alturas del partido- que eso da peso, prestigio, honor y gloria del Areópago.

Un borrón, por suerte, ejecutado a tiempo, quizá, porque las cofradías habrán puesto una excusa tan peregrina como que es Cuaresma y la carga de trabajo es grande. Pero un borrón, a fin de cuentas, que nos muestra la precipitación que imprimimos a todo. Sin embargo, por más que las tecnologías se empeñen en desmentirlo, todo suena añejo. Los carteles anuncian estilos repetidos, aunque la Imagen que se muestre sea excepcional –que lo es-, la trama nos muestra motivos y alegorías que nos devuelven al marasmo de una década completa de fotomontajes cansinos. Conversaciones, artículos de opinión que inciden en los mismos problemas de siempre y que no son capaces de solucionarse ni en la más férrea disputa en Facebook, Twitter o en los comentadísimos vídeos de YouTube.

Colmamos la nube virtual de la red con estampas y palabras que caminan de lo ensoñado a la villanía y nunca acabamos de llamar a las cosas por su nombre. Porque luego, en la vida real, te piden explicaciones y no es bonito darlas o comprobar que mientras una chicotá tiene 100.000 visitas o un artículo 500 “Me gusta”, en los cultos de cualquier cofradía hay 20 personas, en los cortejos procesionales descienden los nazarenos como un goteo constante y maledicente de nuestros propios errores. Porque lo importante es la litografía, la letra, la silla y la feria. Porque así empezó este artículo, con la noticia de una feria aplazada que viene de otra, la del turismo, que muestra carteles y apretones de manos que coagulan la sangre de las arterias mismas que le dan sentido a eso que llamamos Semana Santa.

Blas Jesús Muñoz










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