Comentaba el otro día un conocido empresario taurino en una tertulia improvisada en el vestíbulo de un suntuoso hotel de Madrid que estaba recibiendo numerosas peticiones de empresarios para ceder los abonos de barrera y adquirir otros en localidades más modestas. No quieren dejar de cultivar su afición por la Fiesta, pero entienden que no deben hacer ostentación en unos tiempos en los que han tenido que tomar decisiones muy dolorosas en sus plantillas.
En época de crisis es recomendable guardar las joyas en la caja y lucir la piel desnuda. ¿Hipocresía o prudencia? Doctores tiene la Iglesia. En cualquier caso, realidad pura y dura. “Voy a tener más empresarios en la grada que nunca y estoy haciendo encajes de bolillo para colocarlos”.
Evidentemente, los ingresos menguan, pues la tarifa de una barrera es sustancialmente mayor que la de una grada. Me venía a la memoria aquella charla por los datos que ha ofrecido esta semana el Consejo de Cofradías a cuenta del proceso de renovación de abonos de la carrera oficial, en una ciudad con una tasa de paro por encima de los 90.000 desempleados y unas autoridades políticas incapaces de generar un atisbo de ilusión, entretenidas en guerras internas de poder o en discursos basados en fuegos de artificio. No deja de sorprender en este contexto que hay peticiones de sillas para formar una segunda carrera oficial.
Si el Consejo de Cofradías pudiera, podría instalar 20.000 sillas más en Semana Santa de las más de 20.000 que ya coloca. La cifra de asientos solicitadas se ha disparado un 19%. Ni la brutal subida de las tarifas en los últimos tres lustros (hubo un año que se elevaron por encima del 10%), ni las sucesivas Semanas Santas de lluvia han menguado el interés ciudadano por hacerse con un asiento, ni las cada vez más perfeccionadas retransimisiones de televisión. Este interés desmesurado deja en pañales la cifra de asientos cedidos por un año: tan sólo 1.389 sillas.
La crisis no afecta a la carrera oficial. Incluso se podría concluir que tiene el efecto contrario. La carrera oficial sigue siendo el sueño de cualquier empresario. ¿Se han parado a pensar en las principales características? Un negocio instalado en la vía pública por el que se abonan unas tasas mínimas. Un negocio en el que está garantizado el cien por cien de los ingresos desde dos o tres meses antes. Un negocio en el que aunque no se produzca la celebración principal (la salida de las cofradías y su paso por el itinerario obligado), no se devuelve el dinero. Un negocio en el que hay un potencial usuario por cada uno que sea baja. Un negocio en el que los servicios públicos se hacen cargo de la limpieza y de la mayoría de los gastos de seguridad. Y un negocio en el que no está mal visto que el empresario se deje ver en un lugar de los considerados cotizados.
Está claro que el tesorero del Consejo tendrá muchos problemas estos días, que seguro que los tiene; pero no son los de reubicar en zonas más modestas a usuarios con anhelos de discreción, ni el de saber si las cuentas cuadrarán o no. Su reto es el de controlar el mercado negro que hay en internet para impedir el lucro de terceros a costa del Consejo. Pero siempre con la tranquilidad de que con cofradías o sin ellas, todos los ingresos están blindados. En la España actual pocos pueden presumir de semejante tranquilidad.
Recordatorio Pasados de Rosca