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martes, 4 de febrero de 2014

Pasados de Rosca

Suena el teléfono y una voz se presenta directamente como jefe de prensa de un candidato a hermano mayor. Cáspita. Se impone la larga cambiada con la mayor cortesía posible, pero el interlocutor se hace el sueco e insiste en que ofrece un encuentro, una entrevista o declaraciones del candidato. Cuantas más largas cambiadas recibe, más se hace el tío el sueco. Hasta que tira de manual y asegura que tiene que saber cuándo veremos al candidato para que no haya “problemas de agenda”.

–¿Pero usted llama de Vox, del Partido Popular, de Ciudadanos o de parte del candidato de la hermandad que dice llamar?

Al día siguiente nos desayunamos, merendamos y hasta cenamos con los detalles de una manifestación de costaleros contra el cambio de un capataz, pancarta en mano y concentrados delante de la casa. El hermano mayor ha prescindido del capataz que, por cierto, fue el hermano mayor anterior. Antes un candidato a hermano mayor no tenía jefes de prensa y un capataz ni siquiera concebía presentarse a hermano mayor. Todo lo de antes no es que sea bueno o ejemplar por ser pretérito, pero no deja de testimoniar un criterio. Hoy no hay criterio. Y no es que no haya medida, que ya estamos de la teoría de la pérdida de la medida tan hastiados como de la de la falta de nivel; lo que hoy no hay es directamente vergüenza. Y la falta de vergüenza es hija directísima de la carencia de educación. Formación, que dirían los místicos.


En una red social se difunden todo tipo de maldades sobre un nuevo capitán y un nuevo teniente. Se vomita directamente en el atrio del honor, convertido por momentos en el plató de Sálvame Deluxe. Se sacan del archivo declaraciones periodísticas que descartaban cambios en esos puestos, como cuando en los partidos políticos se tira de hemeroteca para desacreditar al rival y dejarlo en evidencia. Desde el sofá de su casa puede usted contribuir sin mayor esfuerzo –con un mero click en el teléfono– a ensuciar de forma impune la reputación personal de alguien que simplemente ha recibido un hermoso encargo en su hermandad. No hay límites. Ancha es Castilla y mucho más ancha la calle Feria…

Pasan los días y los costaleros han logrado ya objetivos. Los nuevos capataces rechazan el nombramiento. Desisten. Antié iba El Penitente a dar un paso atrás, o a un hermano mayor de los de entonces le iban a montar la que montan hoy muchos costaleros como grupos de presión. Tan sólo se recuerda, como la excepción que confirma la regla, el caso de la célebre huelga costaleril del Viernes Santo que, fíjense si fue un hito, que hasta ha sido llevada al cómic infantil con fines didácticos.

Estos días hemos asistido también al comunicado conjunto de dos candidatos a hermano mayor que querían dar un testimonio de armonía de cara a la contienda electoral. Dios Santo, cómo será la cosa que en una hermandad hacen falta comunicados para asegurar la convivencia pacífica. Los aspirantes a trincar una vara dorada y los toreros se han hecho muy aficionados a los comunicados.

Los polvos de la sofisticación siguen generando lodos. Los hermanos mayores han ganado en notoriedad todo lo que han perdido en autoridad, en peso específico. Enseguía iban a necesitar jefes de prensa y comunicados verdaderos personajes de la Semana Santa como Eduardo Ybarra, Juan Fernández, José Luis de Pablo-Romero, Luis Rodríguez-Caso o José María O´Kean, por citar solo algunos de los ya desaparecidos. Todo guarda conexión. El perfil de la propia jerarquía eclesiástica ha bajado de forma notable, con jubilaciones anticipadas (digámoslo sin acritud) y fallecimientos prematuros.

La realidad se impone. El Consejo no manda, baila al son de los hilos que marca la tecnocracia de hisopo y acetre. Los hermanos mayores son cuestionados por los costaleros. Los capataces dan el paso atrás. Pero el jefe de prensa sigue ofreciendo entrevistas. Este mundillo no está ya ni siquiera decadente. Está pasado de rosca. Cualquier día tenemos a Bourrellier en el plasma. Y sin admitir preguntas.












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