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miércoles, 19 de marzo de 2014

El Devoto Besapiés del Santísimo Cristo de las Cinco Llagas por Miguel Ángel Badía Álvarez


Espectacular reportaje de Miguel Ángel Badía Álvarez del Devoto Besapiés del Santísimo Cristo de las Cinco Llagas, escultura procesional Titular de la Pontificia, Real y Muy Ilustre Hermandad Sacramental y Archicofradía de Nazarenos del Sagrado Decreto de la Santísima Trinidad, Santísimo Cristo de las Cinco Llagas, María Santísima de la Concepción, Nuestra Señora de la Esperanza y San Juan Bosco de Sevilla




Esta imagen de Cristo Crucificado fue tallada en el año 1982 por Manuel Hernández León.

Existe un antiguo Crucificado de las Cinco Llagas que aún está en poder de la Hermandad, obra anónima de la imaginería sevillana de la primera mitad del siglo XVII que fue muy reformada en los años siguientes. Este antiguo Crucificado, realizado en madera y trabajado con pasta y telas encoladas y policromado, fue sustituido en el año 1981 por una nueva imagen de Cristo en la cruz de particulares matices iconográficos.




Dicho Cristo, obra de Hernández León, fue adquirido por un total de 35.000 pesetas, siendo bendecido por el cardenal Bueno Monreal el 4 de marzo de ese mismo año 1981; pero su altura (1,80 metros), sus grandes proporciones y su abultada anatomía no encajaban bien en el grupo escultórico del paso de Misterio de la Hermandad, por lo que sólo procesionó el Sábado Santo de ese mismo año.

Por todo ello, en febrero de 1982 se bendecía un nuevo Crucificado, similar al anterior, realizado por el propio Hernández León pero realizado a una menor escala, que es el que en la actualidad procesiona.


Se trata de una escultura realizada en madera y policromada, de 1,61 metros de altura y representa a Cristo crucificado en el momento en el que se inicia el proceso de su descendimiento de la cruz. Aparece con las dos escaleras apoyadas en el patíbulo, y Nicodemo sobre una de ellas afianzando su brazo derecho al sudario que ya rodea el cuerpo y lo fija en el madero.




De silueta curvada, el cuerpo de Cristo cuelga del brazo de la cruz en relajación post-mortem sujeto a ella con tres clavos. Los dos superiores taladran sus muñecas y no el centro de las manos, para dar mayor verismo y rigor histórico al momento representado. Su rostro de marcados rasgos faciales se inclina hacia la izquierda y focaliza la atención, marcada además por una potente corona de espinas que carga la intensidad del dramatismo de la escena.


















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