Para los custodios de la Mezquita-Catedral de Córdoba, el jueves es un sinónimo de atenciones con el edificio por el que más energías consumen. Desde hace tres décadas Gabriel Rebollo y Gabriel Ruiz Cabrero se reúnen para repasar cada palmo del templo diocesano y Santiago Herrero, especialista en la etapa contemporánea del monumento, se ha unido al equipo en fechas más recientes.
En su cita de esta semana, de la que se ausentó Ruiz Cabrero por motivos familiares, los arquitectos conservadores del símbolo por excelencia de la ciudad reflexionaron en una amplia entrevista sobre su trabajo y sobre la polémica acerca de la titularidad del recinto.
«No queremos que nuestro trabajo, que es dejarle el templo a la generación siguiente en unas condiciones iguales o mejores que las actuales, se vea contaminado por debates externos, aunque somos parte de la sociedad y es normal que nos formemos una opinión sobre el tema», aseguran Herrero y Rebollo en la cubierta de la Catedral.
-¿Creen que el revuelo que se ha armado por la propiedad de templo es un debate necesario o lo ven estéril y oportunista?
-Como arquitectos estamos tan pegado a las tejas, a las piedras, a la luz, al espacio, que las polémicas de las que habla nos pillan un poco a trasmano. Pero queremos dejar claro que a nosotros nos parece que el edificio está siendo conservado de una forma adecuada, y que el Cabildo está haciendo un esfuerzo muy importante y en dos aspectos, que son las obras de restauración de entidad y, por otro lado, en las actuaciones que pueden pasar desapercibidas pero que son fundamentales para el mantenimiento diario, entre otras cosas porque se desarrollan en la cubierta. Y nos da pena que ese tipo de intervenciones, a las que se dedica no solo dinero sino también esfuerzo, no adquieran la relevancia pública que creemos que se merecen.
-¿Piensan ustedes que la Junta de Andalucía podría mantener la Catedral mejor que la Iglesia?
-Nos cuesta creer que con otro propietario la conservación pudiera ser mejor. Aquí realizamos un seguimiento diario a la Catedral para resolver los problemas cuando aún son sencillos de subsanar sin esperar a que el problema sea grande. Pero hay que tener en cuenta que este edificio está conservado por una cuestión milagrosa.
Si uno repasa la historia de la arquitectura se da cuenta de que está llena de episodios de destrucciones, de tal modo que a veces la arquitectura tiene que componérselas con las ruinas. Por eso, la Catedral de Córdoba es un edificio excepcional. De todas las magníficas mezquitas que había en España, hay que preguntarse que qué fue de la mezquita de Granada, de Málaga o de Sevilla.
Este edificio ha logrado permanecer por una serie de hechos milagrosos que se basan en el amor que Córdoba y el Cabildo le tienen. El que nosotros nos paseemos por este edificio es fruto de una serie de cosas, de casualidades, que no son las normales. Y esto no es una característica de los últimos años, sino de los últimos siete siglos.
Y esto es algo que a nosotros nos parece muy emocionante. Hay que tener en cuenta que los edificios que perviven son los que tienen capacidad de transformarse. Y esa es una de las grandes lecciones de este edificio.
Y no hay que irse muy lejos para comprobar que existen casos en los que ha ocurrido justo lo contrario: Medina Azahara desapareció del mapa, tanto que en el siglo XIX no se sabía ni que existía, o el Templo Romano. Y la Catedral tiene una historia inagotable, porque si hablamos de la basílica cristiana que estaba antes de la mezquita también podemos hablar del templo pagano que puede que hubiera antes.
-¿Qué administración ha contribuido más a esa transformación que ustedes califican de milagrosa?
-Tanto el Cabildo como la Junta de Andalucía y el Gobierno han colaborado muchoen la conservación del monumento en los últimos años, cada uno en su momento y con diferente intensidad: la Junta con más fuerza cuando nosotros empezamos y el Cabildo con más firmeza en tiempos recientes. Pero, independiente de quién promueva las obras, los tres estamentos están implicados, porque cualquier obra, por nimia que pueda parecer, necesita la aprobación de la Consejería de Cultura.
En los tiempos previos a la exposición universal de 1992 de Sevilla, la Junta se volcó y el Cabildo, que en ese momento tenía menos ingresos, iba a la zaga. En los últimos años ha ocurrido lo contrario: el Cabildo, por los ingresos que tiene gracias a las entradas ha hecho mayores esfuerzos. Se ha producido como un relevo, pero eso no quiere decir que la Junta se haya desentendido.
-¿No les parece contradictorio que justo la institución que ustedes señalan como decisiva para la conservación del monumento esté ahora en el punto de mira por ser su titular?
-A nosotros no nos gusta que nadie se cuelgue medallas. Aquí hay muchos protagonistas en la conservación del monumento queremos decir. Pero es cierto que han sido fundamentales tanto el Cabildo como la relación afectiva que los cordobeses sentimos por el monumento.
Hay que partir del hecho histórico que fue no demoler la mezquita existente en 1236 sino intentar adaptarlo al nuevo rito. Ése fue uno de los momentos estelares del edificio. El siglo XIX es un claro ejemplo de cómo el Cabildo apostó por recuperar esa arquitectura magnífica que quedaba escondida tras la intervención barroca anterior.
Así, en 1815 el obispo Trevilla restauró el arco de ingreso al Mihrab, se desmonta una capilla que había en ese punto de la matsura, y esa recuperación la hace el Cabildo, básicamente por un deseo de preservar ese edificio tan importante. Pero es que cincuenta años más tarde, el obispo Alburquerque quita el encalado que había en los arcos recuperando esa dualidad de tonos que hoy vemos.
-Ustedes han defendido muchas veces que este edificio no es una mezcla de culturas, sino la cristalización en una sola.
-Claro. Porque todo el mundo debe ser consciente de que no se trata de un edificio que amontona diversas arquitecturas, sino de que es un edificio con una gran unidad aunque se haya construido durante mil doscientos años.
Estamos en un sitio importantísimo no solo por su valor artístico sino también porque se trata de un documento histórico complejísimo. No estamos ante una única obra de arte, sino ante una suma de obras de arte. Porque este edificio es casi un libro de historia, como muchas veces comentamos entre nosotros. Nos encontramos ante un poema escrito en mil doscientos años, que ha ido incorporando versos a lo largo del tiempo que hacen cambiar el significado del poema.