Al acercarse a Jerusalén y llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles “Id a la aldea que tenéis enfrente y encontraréis enseguida un asna atada, con un borrico al lado; desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, le responderéis que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá”. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta. “Decid a la hija de Sión: Mira, tu Rey viene hacia ti con mansedumbre, sentado sobre un asna, sobre un borrico, hijo de animal de carga”. Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos los mantos y Él se montó encima. Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. Mateo 21, 1-8.
Acaricia el sol de primavera el horizonte del alba. El aroma del azahar perfuma las esquinas de la infancia de mis sueños y la lejanía se preña de un eco familiar a medida que mis pasos se acercan a San Lorenzo. El azul de la mañana de palmas nos saluda mientras el calor de los rayos del rey de los astros comienza a evaporar el rocío del amanecer. Ha llegado de nuevo la mañana en que Córdoba estrena otro pedacito de historia… el Rey de Reyes a lomos de una humilde borriquita, atraviesa el cancel de mis anhelos de once lunas de espera, para impregnar con su divinidad cada rincón de las entrañas del alma y cumplir la profecía…
En un éxtasis de aromas,
de ilusiones y
promesas…
Aclamado por el
pueblo
que te esperaba hace
tiempo
atravesaste las
puertas
y avanzaste con paso
lento
entre palmas y
saetas.
Vaticinios de
profetas
de un Mesías que
someta
al invasor enemigo
y enfrente un Hombre
anacoreta
que buscaba otros
caminos
Sólo tu muerte Señor
hizo comprender al
mundo
que tu mensaje es
Amor...
ahora la fe es la
verdad y el rumbo
pa’ quien fuiste
Redentor.
Guillermo Rodríguez