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jueves, 20 de marzo de 2014

Sendero de Sueños: De nuevo contigo, Señor


Pepi pasó su juventud y parte de su madurez acompañando a su Señor. Cada Domingo de Ramos, su casa, era un ir y venir de personas. Todas las mujeres de su familia salían de su domicilio vistiendo la túnica blanca y fajín morado. Por no dejar a nadie atrás, no dejaban ni a la más pequeña de la casa. Ella y su familia cogían el taxi que les llevaría desde Ciudad Jardín hasta El Alpargate. Pepi, siempre delante, pues vestía negro luto de chantilly y podía ser que se enganchara.

Todas juntas, se adentraban en la Iglesia y, aunque su mirada se perdía en el paso de su Señor, nunca perdía de vista a su hija, que como niña que era, no paraba un momento, aun habiéndole "leído la cartilla" antes de salir de casa.

Después de la Eucaristía, un beso a todas y una mirada maternal a su "chica" con el siempre "pórtate bien", "haz caso a tu diputado", "no juegues con el pabilo, vayas a meter fuego, que eres muy traviesa,jejeje, y te  puedes quemar la capa".


Llegaba la hora marcada y esta mujer se volvía hacia su interior más personal e íntimo. Cogía su rosario y se colocaba al lado de aquella mujer que también hacía su Estación de Penitencia de riguroso luto, en aquel Domingo de Ramos que suena a alegre algarabía de niños de la Borriquita.

Pasaban las horas, y ella seguía detrás, siguiendo a Aquél que fue traicionado por uno de los suyos y sin embargo perdonó.

La recogida era ya un hecho y esta señora tenía que seguir entera, debía que buscar a su hija y consolarla del largo camino. No podía estar cansada.

En la plaza, le esperaba su marido, juan. Él salía en las Penas de Santiago. Desde jóvenes, el Domingo de Ramos, lo vivían separados, pero unidos en el amor a Jesucristo y María Santísima. Pepi y Juan, se fundían en un intenso abrazo por haber cumplido un año más con la tradición y haber seguido cumpliendo sus sueños.

Ella, dejó de salir, se consideraba mayor y decidió ir cuidando de sus hijos. Las mujeres de su familia también, incluso su hija, que su devoción la llevó hasta la Hermandad que defiende el Dogma de la Inmaculada en Córdoba, sin olvidar nunca a su nazareno Rescatado.

Este año, Pepi, vuelve a salir, y está como niña con zapatos nuevos. Los tiempos han cambiado, no irá nadie acompañándola desde su casa a la Iglesia, hasta su forma de salir ha cambiado. Su marido ya no la puede esperar más en la plaza. Sin embargo, ya tiene preparado su hábito y guardada con celo su papeleta de sitio, en un lugar privilegiado. La que nunca debió dejar de estar en casa.

Raquel Medina







Recordatorio Sendero de Sueños: Demos el poder a quien corresponda



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