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jueves, 27 de marzo de 2014

Sendero de Sueños: La Esperanza viva



Amanecía un día bastante fresquito pero con el sol radiante en la ciudad califal. La jornada empezaba temprano para mí. A las 07:30, la casa hermandad era un ir y venir de personas, todos con una sonrisa en la cara, pues nos esperaba una jornada llena de fe y esperanza.

Durante el camino de ida a la ciudad vecina de Sevilla, las últimas indicaciones y un ambiente festivo, pues mi Hermandad iba a postrarse ante la Esperanza para ganar las indulgencias plenarias con motivo del Año Jubilar Macareno.

Por fin llegamos a Sevilla, y en la misma puerta de la Basílica, una visita rápida a la Madre de Dios y a disponer todo para salir a la hora indicada desde San Gil.

Un rezo ante el Simpecado rociero de la Hermandad de Sevilla-Macarena y un abrazo sincero bajo la mirada de aquella Esperanza que habita en tierras marismeñas. Sin embargo, mi corazón ya anhelaba a Aquélla que ríe y llora a la vez, Aquélla que le cambia la cara cuando, ya por la mañana, el sol la inunda en la calle Feria o en la calle Parras. Mi alma buscaba la mirada de Aquélla mujer que es la perfección de la imperfección, Aquélla que es Esperanza del Cielo y Macarena en este mundo, tal y como dice el himno macareno.

Una entrada solemne a sones de cohetes, tamboriles y flautas rocieras. Un vistazo fugaz, ante de poder contemplar su cara tranquilamente al sentarme.

Comenzó la Eucaristía. Una monición de entrada preciosa la que la Hermandad, en manos y voz de su Vocal de Cultos, había preparado para dar comienzo. Hasta ella en ese día, se volvió para mirarte, Esperanza, Señora y Reina de Sevilla, tal y como ella mismo dijo.

Tú, Esperanza, esperabas con tus bellas galas de Reina, manto de Cisneros y saya de Ojeda y enmarcada en blancas rosas y azucenas que resaltan aún más tu tez morena.

Sin embargo, me aguardaba tu serena y maternal mirada, aún más cerca si cabe. Pudimos contemplarte cerca, muy cerca. Tan cerca, que podía sentir tu olor, respirar tu mismo aire, escuchar el latido de tu corazón. Y no, no me he vuelto loca. La Esperanza es una mujer. Un ángel que bajó  de los cielos y se hizo mujer en Sevilla.

La Esperanza está viva, porque la esperanza es lo que mantuvo unidos a los primeros cristianos después de la Pasión y Muerte del Señor. Porque los cristianos tenemos que vivir en la esperanza. 

La Esperanza del cristiano debe ser palpable en cada uno de los días de su vida. Ya lo dice nuestro máximo representante como cristianos en la tierra, el Papa Francisco: "La Esperanza no es el optimismo, es Jesús" ya, que aunque fue injustamente sentenciado y condenado, su Madre, desde la tarde del Viernes Santo hasta el Domingo mantuvo intacta su Esperanza. Una esperanza que cambió todo. Una esperanza que que hizo todo nuevo.

Raquel Medina Rodríguez






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