Hoy vengo a ti, Madre,
con las mismas ilusiones
con las mismas sensaciones
como cada día por la tarde.
Te quedaste con el suspiro,
con la lágrima a punto en la mejilla.
Los ojos, fijos en tu Hijo,
tu mano agarrar el corazón quería.
¡Dame la mano, Madre!
Cómo ÉL dijo,
aquí tienes a tu hijo.
¡Ya no estás sola, Madre!
Siempre estaré contigo,
siempre a tu lado caminaré.
Como todos los días, Madre.
Mirarte y nada más
Mirarte...
y no saber que decir.
Observarte...
y solo pensar.
Arrodillado ante ti,
solo puedo rezar.
He venido a verte Señor,
con la fe renovada,
así podré comprender tu dolor
y ser digno de tu palabra.
¡Todo estaba decidido!
Cada golpe recibido,
los latigazos con rabia marcados,
uno a uno los pasos andados,
y aún así Señor,
aceptaste todo este dolor.
Año a año por Semana Santa,
recordamos tu Pasión.
Año a año por Semana Santa,
celebramos nuestro Perdón.
Isidro García Martín
Recordatorio Desde la Lejanía: Soñar y nada más