Les voy a confesar una cosa. Son muchas las ocasiones en las que quienes nos dedicamos a opinar sobre la actualidad que, de uno modo u otro afecta al universo cofrade, nos encontramos con un auténtico océano en blanco cuando nos sentamos frente a la pantalla del ordenador sin saber muy bien qué asunto abordar para cumplir con nuestra tarea semanal. Es en estos momentos cuando agradecemos profundamente la aparición estelar de determinados protagonistas de la esfera pública que salen en nuestra ayuda de una manera inestimable.
Y es que, ¿para qué les voy a engañar?. Hay personajes que son una auténtica mina. Hermanos mayores que dicen que no se les ha perdido nada ante Jesús Sacramentado o que para ellos es más importante darse un paseíto por el barrio de al lado que acudir cada Semana Santa a la Santa Iglesia Catedral, casos de presuntos desfalcos acaecidos en el seno de una junta de gobierno, individuos que presentan su dimisión porque no están dispuestos a plegarse “al dictado de los curas”, máximos dirigentes que experimentan rabietas infantiles por un titular de prensa en lugar de analizar si deriva de su responsabilidad y los errores que haya podido cometer, filtradores profesionales de información para contentar a unos y otros que generalmente terminan encabronando a todo el mundo, consiliarios más preocupados por el estado civil de quienes dan su opinión en una web que de la salud espiritual de las hermandades de las que son responsables, capataces que sueltan a sus perros de presa para que ladren aquí y allá pretendiendo amedrentar a quienes se dejen amedrentar... la lista podría ser interminable. Sin embargo, rara vez nos encontramos con un personaje capaz de convertir una virtud en una presunta carencia inexistente en base a su torpeza infinita con el uso del lenguaje.
Les estoy hablando de monseñor Asenjo, el otrora obispo de Córdoba y actualmente arzobispo de Sevilla que tiene la increíble cualidad de hacer subir el precio del pan hasta límites inauditos cada vez que abre la boca para mencionar a las cofradías. Supongo que muchos de ustedes recordarán su triunfal entrada como responsable máximo de la iglesia hispalense y cómo cuando se le ofreció una fotografía de la Esperanza Macarena, éste respondió con un inoportuno désela a mi secretario que es quien se ocupa de estas cosas. Del mismo modo que recordarán cómo el candidato Esquivias, entonces hermano mayor del Gran Poder, en una comida de gala dedicada al pregonero de la Semana Santa sevillana, le ofreció públicamente otra estampa, esta vez del Señor de Sevilla, indicándole que tenía la certeza de que en esta ocasión se la quedaría él mismo y no tendría que hacerse cargo el secretario. Disculpen que no entrecomille pero no recuerdo las palabras exactas. Cuentan las malas lenguas que monseñor Asenjo terminó su festín apresuradamente y se marchó haciendo mutis por el foro. Y así hasta la llegada de este mes de julio en el que el propio Esquivias ha perdido las elecciones a presidir el Consejo de Hermandades por cuatro votos frente a quien, otras vez las malas lenguas, aseguran que era el favorito del arzobispo, casualidades que tiene la vida.
Asenjo vuelve a salir a la palestra por otras manifestaciones inoportunas, salidas de tono o inconvenientes, juzguen ustedes mismos. Es evidente que su fijación por el asunto dinerario no es suya en exclusiva, desde luego. Parece que en los últimos tiempos la alta jerarquía eclesiástica en general ha caído en la cuenta de que las cofradías son una auténtica gallina de los huevos de oro y representan una manera excelente para financiar las múltiples necesidades de las que se ocupa la iglesia católica con las que las hermandades tienen la indiscutible obligación de colaborar, como parte de la iglesia que son.
En el caso de Asenjo, nadie pone en duda el trasfondo del mensaje sino las formas, asombrosamente inapropiadas. En primer lugar porque poner en tela de juicio la aportación de las hermandades para paliar las necesidades de la sociedad en que se desenvuelven sólo está al alcance de los muy necios, basta con revisar las cuentas anuales de la inmensa mayoría de las corporaciones de toda Andalucía y en segundo, porque en los tiempos que corren, bastantes ataques recibe todoloquehueleaincienso desde ciertos ámbitos político-sociales como para que encima nos perjudiquemos entre nosotros, que es exactamente lo que hace el arzobispo cuando se expresa en determinados términos. Porque se pone en sospecha una labor indiscutible, le duela a quien le duela y porque provoca el cabreo generalizado de muchos cofrades con su pastor y demasiado alejada está la jerarquía eclesiástica del pueblo como para que encima ciertas manifestaciones ahonden en este alejamiento. No les voy a aburrir con cifras de las que ya se han dedicado a informar la mayor parte de los medios de comunicación que confirman que la aportación de las hermandades sevillanas a las necesidades sociales se ha multiplicado por mucho en los últimos años al tiempo que ejercen una labor asistencial, que sería incapaz de asumir la iglesia a la que todos pertenecemos si el porcentaje que asumen no se produjese. Al alcance de cualquiera están unos números que contradicen cualquier conjetura y califican por si solas determinadas insinuaciones.
Porque la ayuda de las hermandades no se circunscribe exclusivamente a su aportación al fondo diocesano común, sino que abarca una labor impagable que se fundamenta en cantidades que escapan al manejo directo de Palacio y a veces, en virtud de ciertas manifestaciones, da la sensación de que es esto lo que preocupa a determinados personajes, más allá de que aquello que no controlan se oriente a paliar unas carencias que jamás serían cubiertas si no fuese por las hermandades. Hospitales, casas de acogida, becas, bolsas de caridad... como ya hemos dicho es de necios e ignorantes sembrar la duda acerca de la labor asistencial desarrollada por el universo cofrade y aún así algunos se atreven a hacerlo.
Determinadas declaraciones hacen exactamente eso, sembrar la duda sobre esta tarea imprescindible. Un representante de la iglesia tiene la obligación de cuidar en extremo sus manifestaciones y sus formas, por prudencia y para que no parezca que adolece de una soberbia que sería impropia de quien desempeña determinado cargo. Decir que aportar al fondo diocesano común “es obligatorio pero que no va a mandar a la policía” para exigir su cumplimiento es directamente lamentable, una frase solamente al alcance de quien no tiene ni puñetera idea de la diócesis en la que ejerce su labor pastoral. Si no fuese por las hermandades cientos de proyectos que fundamentan cada día la vida de miles de personas quedarían sin realización y muchos ciudadanos huérfanos sin su ayuda, una ayuda que sin las hermandades nadie afrontaría. Pues en lugar de salir ante la prensa para agradecer públicamente, como único argumento, la inestimable labor que desarrollan las cofradías, monseñor Asenjo nos regala esta salida de pata de banco, esta frase que destila una chulería infinita a resultas de la cual, parecería que las hermandades se dedican a recaudar dinero para destinarlo en exclusiva a enriquecer su patrimonio sin hacer absolutamente nada por el prójimo y que “no va a mandar a la policía” porque en su infinita magnanimidad no quiere, no porque no fuese necesario para que cumplan con sus “obligaciones” que pasan al parecer, no porque lleven a cabo su impagable labor asistencial sino porque sus dineros pasen por cierta caja y por extensión por el control de “quien corresponde”.
No satisfecho con semejante disparate, monseñor Asenjo se despacha con otro. Resulta, agárrense, que cumplan o no las hermandades con sus obligaciones ECONÓMICAS con el fondo diocesano común, “va a seguir asistiendo a SUS misas y coronando a SUS vírgenes”, Como decía Forrest Gamp, tonto es quien dice tonterías, esto es una evidencia filosófica, y solamente como tontería puede catalogarse semejante frase. Utilizar el determinante posesivo de tercera persona a la hora de referirse a las eucaristías celebradas por las hermandades o a las titulares marianas a las que profesan una devoción incalculable miles de sevillanos demuestra que quien la pronuncia ni es consciente ni se ha molestado lo más mínimo en aprender lo que significan las cofradías para la iglesia sevillana a las que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (cómo nos acordamos de Valladolid) trata con un desdén intolerable, más allá de que lo que importe sean los dineros que generan, imposibles de generar sin SUS vírgenes, y destila un lenguaje chusquero impropio de quien detenta un cargo como el suyo, al tiempo que denota una infinita falta de respeto y un desprecio al sentimiento de miles de sevillanos que pertenecen a la iglesia.
Ante semejantes declaraciones, las hermandades deberían obrar en consecuencia y no volver a solicitar su presencia en ninguna de SUS misas en tanto en cuanto siga ocupando SU sillón. Una frase tan absurda (disculpen que modere mis calificativos para evitar la escalada de violencia verbal que me pide el cuerpo), sería comparable a que las cofradías dijesen que cada año hacen Estación de Penitencia en SU catedral, refiriéndose a Asenjo con este SU, claro. La diferencia entre unos y otros es que unos son conscientes del incalculable valor de las hermandades como parte sustancial de la Iglesia, de Sevilla y de su religiosidad popular, mucho más allá de su cuantificación en euros que parece ser lo único que le importa algunos y otros están de paso, afortunadamente, y tienen la sensibilidad de una ameba respecto al universo cofrade.
Si de mi dependiera, no les quepa la menor duda, MI virgen no sería coronada por SUS manos. Claro que eso me situaría en los mismos niveles de soberbia que se me antojan deleznables en otros y adicionalmente haría pagar a justos por pecadores. Por eso estoy convencido de que, como ha sucedido varias veces a lo largo de la historia, una vez más las cofradías volverán a estar muy por encima de la más alta curia, con la que se han producido múltiples enfrentamientos a lo largo de los siglos de los que la Semana Santa ha sobrevivido gracias a la grandeza de los cofrades y a pesar de la necedad de algunos advenedizos que terminaros marchándose por donde habían venido. Al final, todos estos detallitos también forman parte de la historia de las cofradías. Una historia de supervivencia gracias a que forman parte del pueblo y son del pueblo. Por eso siguen atrayendo hacia sí a gran parte de la sociedad en las que viven. Bien harían quienes tanto se preocupan por los números en empezar a contar la asistencia a las misas que “no son de las cofradías” en lugar de rebuscar en determinadas huchas para que salgan las cuentas.
Guillermo Rodríguez
Fuente Fotográfica