Todo llega y todo pasa. Y, al término de cada Semana Santa, nos desayunamos cada mañana con noticias acerca del balance turístico de la misma. De hecho, a lo largo de estos últimos días hemos publicado algún artículo en este sentido. La primera valoración es evidente, esta celebración que nos mueve atrae público y, vaya por delante, este es un aspecto que me complace porque las cofradías alcanzan su sentido en la protestación pública de la fe y, evidentemente, mientras más público, más posibilidad de conmover y convertir tenemos que eso perseguía la Contrarreforma y en el Barroco encontró su luz.
Pero todo tiene sus puntos de oscuridad y mercantilismo. Lo he apuntado en más de una ocasión –aunque sea predicar en el desierto o en la nada, peor aun-, lo que no se debe consentir es justificar éxitos en la cantidad de público. Bien porque la cantidad no es la cualidad, bien porque una visión económica de las hermandades solamente ha de incidir en su contenido asistencial. El Vía Crucis de la Fe es un ejemplo entre nuestros dirigentes cofrades que han hecho bandera de una masa ingente de público (¿sabrán qué significa ingente?) que acudió de manera puntual, y no digo que exitosa a un acto extraordinario. Acto que tuvo carencias que se han soslayado, haciendo patria del motor económico y, ahí, viene el error. Porque lo que es bueno para la ciudad, en demasiadas ocasiones no se traduce para las cofradías, si me equivocara alguna que otra institución más potenciaría con hechos y no con logos nuestra singularidad.
Pero todo tiene sus puntos de oscuridad y mercantilismo. Lo he apuntado en más de una ocasión –aunque sea predicar en el desierto o en la nada, peor aun-, lo que no se debe consentir es justificar éxitos en la cantidad de público. Bien porque la cantidad no es la cualidad, bien porque una visión económica de las hermandades solamente ha de incidir en su contenido asistencial. El Vía Crucis de la Fe es un ejemplo entre nuestros dirigentes cofrades que han hecho bandera de una masa ingente de público (¿sabrán qué significa ingente?) que acudió de manera puntual, y no digo que exitosa a un acto extraordinario. Acto que tuvo carencias que se han soslayado, haciendo patria del motor económico y, ahí, viene el error. Porque lo que es bueno para la ciudad, en demasiadas ocasiones no se traduce para las cofradías, si me equivocara alguna que otra institución más potenciaría con hechos y no con logos nuestra singularidad.
Prueba de todo esto la encontramos en cierto sector
hostelero que cuando las previsiones son superadas con amplitud meridiana, como
este año, se muestran prudentes y se resisten a reconocer la evidencia. Y,
cuando en años anteriores han sido más reducidas (que no malas y lo afirmo por
experiencia propia en el sector de marras), dan pábulo a la máxima de llorar y
mamar a partes iguales. Y nunca se han oído voces más altas que otras señalando
un hecho tan de perogrullo como el de hacer la prueba del algodón y ver qué
pasaría con el turismo en una Semana Santa cordobesa sin cofradías.
En fin, hay que alegrarse de que la situación mejore, pero
no olvidar que nuestro sentido va más allá de intereses creados y no pensar que
a la Catedral se ha de ir para que nos grabe Canal Sur (que muy bien, por
cierto, que lo hace Joaquín Velasco en el Canal de la Diócesis y desde estas
humildes líneas aprovecho para felicitarlo y animarlo a seguir) y vengan
japoneses en avalancha que los turoperadores no narran la historia de Pablo
Miki. Tampoco pensar que el sector hostelero nos dará algo, aunque si le deban
bastante a las hermandades por más estilo “indirecto” que sea. Y mucho menos
que nuestro sentido sea salir en una noticia amable que luego será usada por el
político de turno para hacer propaganda. El sentido es otro más profundo,
conmovedor, espiritual y filosófico. Si lo encontramos –y lo tenemos delante-
mejoraremos y miraremos a Córdoba como merece ser mirada.
Blas Jesús Muñoz