La Semana Santa siempre ha sido inspiradora para artistas de
toda índole. Palmario es el hecho de imagineros, pero también de pintores
(Pacheco, por ejemplo, estableció el canon de la Purísima o con su tratado de
los sevillanos ilustres dio testimonio de los artistas relacionados con las
cofradías, si bien resulta cuanto menos extraño que soslayara a Mesa); músicos
(Farfán, Gómez Zarzuela, los Font, Gámez Laserna, José de la Vega y una larga
lista); poetas, literatos y periodistas de los que cuidan lenguaje e intensidad
narrativa en un mismo plano.
En esta ocasión, con Rafael Montesinos abrimos este espacio
a la literatura con un nombre propio que sobresale en su visión lírica,
nostálgica y estética de comprender la
Semana Santa a la que evoca desde una distancia física que lo va a volcar
emocionalmente con la Madrugá hispalense que consigue dejar a las hermandades
en la categoría de un arte mayor, en tanto en cuanto son observadas por otras
artes. De esta manera, Montesinos va a mantener una comprensión religiosa
global de la poesía que definirá magistralmente en la antología dedicada a
Leopoldo de Luis donde señala que "toda poesía, por el solo hecho de
serlo, es religiosa”. Así, Rafael asume la complejidad de su propia afirmación
incidiendo en el hecho de que el poeta amoroso cree en Dios, así como el social
al revelarse frente a la injusticia que Dios no puede considerar soportable.
Con “Madrugada de Dios”, nos presenta una antología poética
que abarca algo más de cinco décadas escribiendo a la fiesta mayor de su
tierra. Pero antes de abordarla hagamos un repaso de su trayectoria.
Rafael Montesinos Martínez
Hijo Predilecto de Andalucía en 1989, nace en Sevilla en
1920 aunque la mayor parte de su vida se sitúa en Madrid, donde llega en 1941
para fallecer en 2005. Publica sus primeros poemas en las revistas “Garcilaso”,
“Espadaña” e “Ínsula”, antes de empezar a escribir para revistas
extranjeras. El nombre de Rafael
Montesinos es inseparable de la Tertulia Literaria Hispanoamericana que dirigió
desde 1952 hasta muy pocos días antes de morir en marzo de 2005. Cabe destacar,
que desde sus orígenes y a lo largo de su evolución bajo el patrocinio de
distintas instituciones, el poeta sevillano marcó siempre en la institución un
carácter independiente desde el punto de vista estético, literario y político,
sin otra orientación que la sola exigencia de calidad literaria.
Obtuvo los reconocimientos
del Ateneo de Madrid de 1953 por "País de la esperanza", el
Premio Ciudad de Sevilla de 1957 o Premio Nacional de Literatura en 1958 y
1977. En 1963 fue elegido por unanimidad miembro de la Hispanish Society de
Nueva York.
Madrugada del destierro
He de reconocer, aunque es notorio, que el poema “Madrugada
del destierro”, recogido en el anteriormente citado poemario, supone para un
servidor una obra contundente y origen y principio de una forma de comprender
la Semana Santa. En él Montesinos expresa el desgarro emocional, no solo de la
distancia física, sino que en el plazo de seis años antes han fallecido sus
padres y esa pérdida lo va a hacer volver a la noche que abre el Viernes Santo
de una manera íntima y nostalgia, contruyendo imágenes y escenas perfectamente
extrapolables a cualquier lector que haya sufrido una situación similar, fuera
de espacio y tiempo determinados.
Una obra “Madrugada de Dios” de lectura más que
recomendable, ahora que el tiempo no es más que el recuerdo de la lenta cera
ardida.
(Viernes del 83)
Ya duele el azahar en la memoria.
Cómo lastima
la luz aquella.
Ahora,
un incensario –péndulo de plata
del reloj de mi tiempo– estará dando
mi pena en punto en aquel sitio.
Duele el incienso, duéleme en el alma
la lenta cera ardida, oigo el ruido
de los pies que sisean bajo el paso
en el silencio de la madrugada,
como llamando, ¿a quién?, como llamándome.
Regresando estará la luz ahora
a la ciudad que es suya, a su costumbre
de ser azul y cielo y siempre mía,
y avanza a paso largo la memoria
de regreso a su casa.
Es cruel el destierro. Cae de bruces
sobre la dolorosa dicha aquella.
Intentar levantarlo
es más cruel aún. Quiere estar solo,
entre dos luces, por aquella calle.
Donde nací una vez moriré siempre.
Blas Jesús Muñoz
Poema incluido en Rafael Montesinos, Antología Poética. RIALP, Madrid (2003).