Blas J. Muñoz. Fue uno de esos instantes que se tienen por efímeros, pero que se disfrutan -por ese mismo motivo- hasta el extremo de las cosas que antojan irrepetibles. En junio de 2015, en la previa más esperada del Regina Mater, la Iglesia de San Roque albergó a tres imágenes que, por sí mismas, atesoran devociones y apegos sumamente especiales.
El Señor del Perdón y María Santísima de Rocío y Lágrimas recibían una tarde-noche de junio a la Virgen de la Sierra y el acervo devocional de la Subbética y la capital cordobesa se sumaban en una proyección que dejaba atrás cualquier aritmética para transformar los corazones en razones que la razón no entiende, dando por cierto el axioma de Pascall.
Se unieron rezos, alegrías, esperanzas e instantáneas que, probablemente y hasta semanas antes, nadie imaginó. Desde el egabrense Fernando Castro, Hermano Mayor del Perdón, hasta el Párroco de la Trinidad; Cabra y Córdoba observaban como, ante los pies de la Santísima Virgen, el día en que San Roque tuvo tres Imágenes.