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miércoles, 30 de abril de 2014

El Cirineo: Gente de Paz


"Érase una vez un emperador que vivía en un país lejano al que le gustaba mucho la ropa elegante. Gastaba todo su dinero en trajes nuevos, tenía un traje para cada hora del día. Cierto día, llegaron a la ciudad dos individuos que se hicieron pasar por tejedores finos. Aseguraban que eran capaces de tejer telas maravillosas, que sólo podían ser vistas por personas inteligentes y no por las que no eran aptas para desempeñar el cargo que ostentaban.

El Emperador quedó fascinado por aquella idea, pensaba que podría así, distinguir entre los funcionarios del reino que eran eficientes y los que no. Ordenó entonces que fabricaran la tela. Para comenzar el trabajo, los supuestos sastres exigieron un buen adelanto. Tras recibir la importante suma, montaron un telar en el que fingían tejer, pero nada había en él. Para completar su engaño, pidieron que se les suministrasen sedas de las más finas e hilos de oro. Los embaucadores se guardaron todo este material mientras continuaban simulando su trabajo hasta avanzadas horas de la noche.

El Emperador estaba impaciente por ver el resultado del encargo, pero a pesar de ser una persona habitualmente muy segura de sí misma, no se atrevió a ir en persona, por lo que envió a su ministro de confianza para que averiguase cómo marchaba el trabajo. El ministro se presentó ante los timadores que continuaban fingiendo su labor. El pobre hombre se sorprendió al notar que no podía ver la tela que tejían. Pero no dijo nada y les siguió la corriente, por temor a no ser lo suficientemente digno, lo suficientemente inteligente.

Los hombres le invitaron a apreciar la tela, alabando los colores y el diseño, a lo que el ministro sólo podía asentir, pues nada veía. Y pensaba para sus adentros que por nada del mundo diría al emperador la verdad. El ministro elogió la tela y elevó un excelente informe al Emperador. Los truhanes aprovecharon para pedir más dinero, seda y oro, que se embolsaron una vez más, pues nada se gastaba en tejer tela invisible. Y continuaron con su representación.

Unos días más tarde, el Emperador envió a un segundo funcionario para preguntar cuándo estaría lista la tela. El funcionario tampoco vio nada, porque nada había. Y del mismo modo que el ministro, pensó que era mejor callar y aceptar aquello. Alabó entonces a los estafadores y su trabajo, y elevó un informe favorable al Emperador.

Toda la ciudad estaba pendiente de la evolución del tejido, tanto que el Emperador lo quiso ver con sus propios ojos y se acercó al telar acompañado por un séquito de notables. Los tejedores continuaban su ferviente labor, aunque nada hacían en realidad. Recibieron al Emperador y le pidieron su opinión. El Emperador alarmado comprobó que no podía ver nada y temió por su condición. Entonces hizo lo que los demás, fingió.

El séquito en pleno, alababa las cualidades de la tela, sin ver realmente nada. Aconsejaron al soberano que vistiera un traje confeccionado con aquella tela durante la procesión. El Emperador siguió el consejo de su séquito y encargó el traje. Durante la noche previa a la procesión, los estafadores permanecieron fingiendo su trabajo, hasta que dieron por terminados los ropajes de su excelencia.

Cuando el Emperador llegó a buscar sus vestimentas, los hombres fingieron vestirlo. Elogiaban el traje y lo elegante que el Emperador se veía con él, y éste aprobaba complacido, para no ser menos. Salió a preceder la procesión y todo el pueblo aclamaba al soberano y su elegancia. Todos cuidaban de no admitir que nada veían, para que no los creyesen incapaces o estúpidos.

Pero de pronto, un niño exclamó:
- ¡Pero si no lleva nada!
- ¡No sabe lo que dice, es apenas un niño!- dijo el padre disculpándolo.

Pero todo el pueblo empezó a comentar lo que el pequeño había dicho y a los pocos minutos todos empezaron a corear:
- ¡No lleva ropa!, ¡está desnudo!

El Emperador supo que el pueblo tenía razón, pero ya no podía dar marcha atrás, por lo que continuó con su cabeza en alto."

Continuamente sucede a nuestro alrededor. Estamos rodeados de emperadores que visten con trajes invisibles sin que el séquito que les rodea se atreva a decir nada por miedo a la reacción del propio emperador y del resto de miembros de la corte. Pero a veces, sólo a veces, la voz de un niño se eleva sobre el silencio y se atreve a decir en su infinita inocencia lo que muchos ven pero no se atreven a decir, o dicen pero sólo en voz baja. No hablar de las cosas no hace que los problemas desaparezcan. Y decirlas en voz baja tampoco suele solucionar absolutamente nada. Y es una falacia defender la bondad de guardar silencio cuando uno detecta algo que entiende, desde la humildad y el respeto, que debe ser mejorado por aquellos a los que quiere. Cuando uno aprecia en un hermano algo que entiende como no correcto, ¿debe decírselo o debe guardar silencio para que continúe realizando las cosas del mismo modo por miedo a su reacción o por evitar su decepción? ¿Es mejor callar? Imagino que cada uno tiene su punto de vista, pero el mío desde luego es que “si le quieres, díselo”.

Subjetividad, opinión, gusto personal... Resulta incomprensible que con lo que ha llovido uno tenga que volver a hablar de estos conceptos. Cuando alguien desarrolla una actividad pública está sometido a la crítica y a la opinión del que actúa como público. Puede ser un engorro en determinadas circunstancias pero es así. Nuestra página también desde luego, por eso cuando recibimos comentarios que tienen una opinión contraria a la nuestra son publicados salvo cuando contienen un menosprecio o directamente insultos, y a las pruebas me remito, no se si todos pueden decir lo mismo.

Se podrá tachar de muchas cosas a esta página pero jamás de no decir lo que opinamos, desde el respeto y la legitimidad. Porque legítimo en democracia es dar una opinión subjetiva sobre cualquier asunto. Porque entendemos que diciendo lo que en nuestra opinión, que ni es mejor ni peor que las de los demás, debe ser mejorado demostramos mayor cariño hacia nuestra Semana Santa que guardando un silencio que empieza de manera condescendiente y termina siendo cómplice.

Y es también una falacia que haya que ser un experto en una materia para opinar sobre lo que le gusta o no. ¿Hace falta tener conocimientos musicales para decir si gusta o no una marcha o cómo suena una banda? ¿Dónde está escrita semejante memez? Por esa regla de tres ¿es preciso ser bordador para decir si te gusta un bordado, escultor para decir si una Virgen te parece guapa o futbolista para opinar de fútbol?. En mi caso particular, no terminé la carrera de música porque la empecé con una edad avanzada y en aquél momento tuve que elegir entre el Conservatorio y la Universidad. Y me decanté por esta última opción. De modo que abandoné mis estudios musicales con preparatorio, cinco de solfeo, tres de guitarra clásica y dos de coral. Un pelín más que haber asistido a un aula musical. Sin embargo esto no me concede ni un ápice más de derecho que a otra persona que haya asistido a un aula musical, o no tenga conocimientos musicales en absoluto para opinar sobre si me gusta o no cómo toca una banda. Y muchísimo menos para opinar sobre el volumen con el que interpreta. Se exige humildad con una ligereza pasmosa pero no se aplica esa misma cualidad cuando la crítica nos afecta. Por ejemplificar; yo, Guillermo Rodríguez, he sido desde siempre y soy fan de la Agrupación Musical Redención de Córdoba. Desde que era casi un adolescente acudo puntualmente al concierto del Sábado de Pasión en San Fernando y seguiré haciéndolo. La marcha Estrella me emociona cada vez que la escucho. Y le tengo un cariño especial por razones familiares obvias que no vienen al caso a la Hermandad de la Estrella. Por eso, del mismo modo que critico al equipo de fútbol de mis amores por descender a segunda división, si estimo que debo decir que en los últimos años la Agrupación no suena como antes, como debe exigírsele a una formación de esa categoría, lo haré.

Y en relación a nuestras filias y nuestras fobias, lo diré una vez más. En Gente de Paz no tenemos relación alguna con la hermandad de la Paz. Sólo tres de los que actualmente participamos de modo habitual en este proyecto somos hermanos de esta corporación. En la cabecera hay una foto de la Imagen de Cerrillo como podría figurar de cualquier otra y en sucesivos diseños podría elegirse perfectamente otra opción.

Gente de Paz es una página cofrade plural, coral, en la que participan personas de diferentes hermandades de Córdoba y de otras localidades de Andalucía e incluso de fuera de nuestra comunidad, que entre los diversos contenidos de que se compone tiene un apartado de opinión en el que libre y subjetivamente (como no puede ser de otro modo) se escribe lo que se piensa sobre lo que afecta y rodea al universo cofrade. Una página de libre acceso, nadie lo olvide, no somos los “Principios del Movimiento”, de obligada lectura en regímenes pretéritos. Una página compuesta por pedacitos del alma de Estela, Fernando, María, Raquel, Marcos, Blas, Pachi, José Guzmán, Isidro, José Barea, Paco, Antonio... y algunos otros amigos de forma más o menos ocasional abren su corazón en libertad, siempre en libertad, sin rendir más cuenta que la que dicte su propia decisión. Hasta el punto de que alguno de nuestros compañeros, al contrario de la "línea oficial" de la página, ha defendido la titularidad pública de la Catedral y nadie le ha coartado en ningún momento su opinión. Y así continuaremos caminando. Seguiremos expresando nuestra opinión, defendiendo nuestras convicciones, porque estamos en nuestro derecho y porque entendemos que es nuestra obligación decir en voz alta lo que pensamos que puede mejorarse, sin creernos en posesión de ninguna verdad absoluta, porque nos importa y porque queremos a nuestra Semana Santa.

Las puertas de nuestra casa están abiertas para todo aquél que tenga una opinión distinta a la nuestra y quiera hacérnosla llegar en forma de artículo firmado, como siempre han estado. Quien quiera encontrar un rincón en el que respiran personas que dicen lo que piensan y pregonan lo que creen, siempre de frente y firmando con nombres y apellidos, lo encontrará en esta humilde página. Pero quien prefiera miradas a otro lado por miedo a ser señalado o no ser elegido para pregonar tal o cual cosa, que busque en otro sitio, porque en Gente de Paz encontrarán muchas cosas, pero nunca silencio.

Guillermo Rodríguez

  





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