Dos de las más reconocidas
tradiciones romeras de la provincia se llevaron a cabo durante el pasado domingo 27
con la asistencia y la alegría de todos los años. En Belalcázar, se celebró la
de la Virgen de la Alcantarilla mientras que en Montoro se disfrutó de un
domingo de Veleras luminoso, con una tradición que arranca desde el siglo XVI
y, aún antes, hunde sus raíces antes de la conversión de la población de la
localidad al cristianismo.
Así, Belalcázar ya tiene a su
patrona en casa. Después de un fin de semana de fiesta, la Virgen de
Alcantarilla llegó ayer al pueblo, vestida de Reina y entra la mirada de los
vecinos que se concentraban para recibirla. Miles de personas fueron a venerarla
a lo largo del fin de semana. «Este año no he podido venir junta la Virgen
porque hay más gente que nunca. Viene muchísima gente a cruzar el Zújar»,
comentaba un romera a orillas del río, mientras esperaba a que la patrona de
Belalcázar cumpliera con la tradición que, año tras año, evita que Monterrubio
se lleve a la Virgen.
Los romeros se volcaron con la
ofrenda floral del sábado por la mañana, en la asistencia a la misa rociera,
que volvió a ser multitudinaria, o en los rezos del rosario, donde los hermanos
de la Virgen de Alcantarilla volvieron a dibujar el camino por donde transitaba
la patrona con un millar de antorchas en medio de la noche. Sobre los hombros
de los hermanos cruzó el Zújar, para dejar llorando en la otra orilla a los de
Monterrubio, como reza la cantinela popular.
Miles de vecinos de Montoro, por
su parte, acompañaron en procesión a la copatrona, Nuestra Señora de la
Fuensanta, desde la parroquia de San Bartolomé hasta su ermita de la Fuensanta,
ubicada en el valle del Corcomé. A primera hora de la mañana de ayer, la
titular montoreña, partió en procesión hasta la parroquia de la Fuensanta,
recorriendo los ocho kilómetros que distan hasta llegar a su morada.
En este nuevo domingo de Veleras,
el nombre popular de la romería, volvieron a cantar el tradicional cántico del
salve, al tiempo que degustaron los «meaos de la Virgen», el agua del manantial
descubierto junto a la ermita.