Todas las historias son subjetivas porque son propias de los
sujetos. Y algunos de ellos parecen encontrar su predicado en las cofradías. No
es un predicamento estéril que se pierda en divagaciones inocuas, pues la
divagación del cofrade es honda y vivida y solamente reflexiona sobre ella una
vez ha pasado todo y el recuerdo es contemplación espiritual de lo sucedido.
Así, cualquier día de la Semana puede resultar el día señalado, aunque no sea
el tuyo. Y ello no significa que no vaya a ser igual o mejor, pero éste te ha
vuelto a sorprender.
Atrás ha quedado el Lunes Santo y es el segundo día que
salen las cofradías de manera ininterrumpida después de estos últimos años.
Atrás ha quedado el cortejo de la Vera Cruz y la Banda de Cornetas y Tambores
de Nuestra Señora de la Merced de El Viso del Alcor que tan buen sabor deja
cuando la estela procesional de la hermandad del Campo de la Verdad comienza a
surcar la ciudad camino de la Catedral.
Atrás ha quedado el sorprendente cambio de itinerario del
Remedio de Ánimas de regreso a San Lorenzo. Sin embargo, cuando este servidor
mira a la Virgen de las Tristezas no puede sino recordar una conversación
–antigua y emocionante- que tuvo con Pablo García Baena u otra con Fray Rafael
María Cantueso (que dejaremos para el Jueves). Pablo es un hombre sencillo en
su grandeza y recordaba aquellos tiempos fundacionales con la sencillez –que no
simpleza- del trabajo que se conoce, de la simbología exacta que poseen
cofradías como el Remedio de Ánimas.
Son propias de los sujetos. Por ello, cuando veo el palio de
Gracia y Amparo el clasicismo que emana en el trabajo de su capataz, en el
cortejo que precede, en la sinfonía decimonónica de la música… todo conduce a
la búsqueda de la brillantez lánguida de otro tiempo, de otra Córdoba que no
volverá, pero que a veces, en Hermandades como la de la Sentencia, se busca a
sí misma para seguir avanzando.
No es un predicamento estéril el que posibilita el discurrir
de la Estrella. Camina desde su barrio a su barrio, pasando por Carrera
Oficial. Pero es allí, en la Huerta de la Reina donde la cofradía es plena,
donde se justifican los motivos, donde alcanzan su paso largo por el tiempo las
maneras, donde la gente no es gente ni público, sino un elemento más de la
hermandad. Y así su banda se vuelve a su Cristo y le toca, a 25 años de
devoción, y el nudo el garganta del metal es más grande porque el amor es más
intenso contra más se cuida.
Camina el tambor ronco por la Judería y sé que ya todo es
más subjetivo. Repaso el tiempo y hace tan poco. Tres años en los que aquella
noche esa hermandad justificó el esfuerzo y las ganas de enfrentarme a la
preocupación. El Cristo de la Salud parece sostenerme con su escalofrío. La
noche es más clara, ¿o más oscura? No sé. Pero estoy ahí como una sombra
camuflada, buscando la respuesta a la intemperie de la ciudad, a cobijo de
aquella gratitud que siempre le deberé.
Y la piel siempre se eriza en este momento. Podía haber
comenzado a la abertura de la tarde en San Antonio, pero no. A veces, hay que
dejarse algo para el final como la mirada de la Virgen de la Merced. Es una
cuestión de amistad y afinidad. Es parte admiración y una buena dosis de
sentimiento. Es un deseo compartido y aunque no sea hermano, esa cofradía es
parte de mi vida y mis mejores recuerdos. Y cada Lunes renueva la promesa.
Susurro cada recuerdo de camino a casa para no pasar por
alto nada al escribir. Miro la hora y compruebo que es Martes Santo, que sus
ojos me esperan y que, si Dios quiere, en unas horas cumpliré con una antigua
cuenta.
Blas Jesús Muñoz