Cuando se quiere, se puede. Esta frase que suena a tópico se hizo realidad este Lunes Santo de 2014. Todas las cofradías del día hicieron efectivo ese compromiso de cumplir con sus horarios, no sólo en Carrera Oficial, sino de regreso a sus respectivos templos, en una jornada que siempre fue muy complicada. Todas las cofradías entraron a su hora, incluso algunas con adelanto, y sin necesidad de ir corriendo. Y eso lo agradece el público, que no tiene que esperar a que una cofradía llegue a su hora, pero sobre todo lo agradece el nazareno, harto de los parones de cada año.
Tanto es así, que a las tres de la mañana en punto estaba ya el palio de San Gonzalo en el templo, cuando el año pasado lo hizo una hora más tarde. El acortamiento del recorrido de vuelta por el barrio ha sido muy positivo para cuidar a las más de 2.000 personas que pone en la calle esta hermandad, aunque ello haya supuesto dejar de pasar por algunas calles del barrio, que la mayoría de las veces estaban casi desiertas. Mientras tanto, en el Museo, la Virgen entraba también a su hora prevista. También lo hizo el año pasado, aunque entonces tuvo que recuperar un gran retraso acumulado en la jornada haciendo un sobreesfuerzo.
Pero, ¿qué importa la hora cuando las noches del Lunes Santo son plenas? Qué gusto una Semana Santa sin mirar al cielo… aunque por la mañana unas gotitas hicieron preocupar a todos menos a las juntas de gobierno, que sabían que conforme pasaran las horas, del cielo encapotado se pasaría a uno completamente primaveral, con temperaturas muy agradables. La noche también lo fue. Quien estuviera en alguna de las últimas entradas podía estar perfectamente en mangas de camisa.
Y, cuando la Semana Santa parecía que perdía la noche, allí está el Museo para recuperarla. Cada año más público se concentra en la calle Alfonso XII y la plaza para ver esta cofradía, que es canon de la elegancia. Desde el andar de ambos pasos –con qué sencillez y alegría se mueve ese palio–, hasta el silencio que envuelve al paso del imponente Cristo laocoontiano de la Expiración, pasando por el clasicismo en la música que va detrás de la Virgen de las Aguas. Además, este año la banda de la Oliva ha ralentizado el compás con el que tocaba el año pasado.
«Valle de Sevilla», «Sevilla cofradiera»… magníficas marchas que cada vez se escuchan más, pudieron escucharse en el regreso del Museo. Y, para ponerle el broche de oro, las saetas de Manuel Cuevas y Álex Ortiz en la plaza, completamente a oscuras. ¿Alguien da más?
Si inolvidable fue el regreso del Museo, también lo fue en los barrios, aunque con menos público, como suele ser habitual. El Polígono, Santa Genoveva y San Gonzalo cumplieron con la hora, y eso ayudó a muchos a acudir a sus recorridos de vuelta.
El magisterio del Beso de Judas
En la Redención, el misterio puso bocabajo cada enclave por el que pasó: la Cuesta del Bacalao, la del Rosario, la Alfalfa… pero ese paso, uno de los más elegantes dentro de los que hacen cambios, cobra mayor dimensión en las zonas estrechas, como la calle Dormitorio a los sones de la marcha «Triana».
El nuevo itinerario de las Penas
¿Habrá encontrado esta hermandad su recorrido perfecto? Podría ser. Al igual que ocurre con el Museo, el regreso de las Penas es para cofrades selectos, aunque en los últimos años la corporación de San Vicente ha probado por varios itinerarios en busca del ideal. El del año pasado fracasó, ya que fue muy deslucido. Este año, no obstante, el recorrido por las calles Sagasta y Jovellanos fue una maravilla. Es una pena que ninguna otra cofradía transite por allí.
Sin embargo, vuelve a demostrarse, al igual que ocurre con el Museo y las Siete Palabras el Miércoles Santo, que la Campana de vuelta debe ser evitable. Primero, porque está muy sucia. Y, segundo, porque las vallas impiden el normal discurrir del público. Luego está la calle Santa Vicenta María, que tiene de todo menos encanto. Por eso, muchos echaron de menos otra vez calles como Cuna y Aponte.
Bullas con Santa Marta
La solera que está alcanzando esta cofradía es tal, que además de rozar ya el millar de nazarenos con un solo paso, allá por donde va está rodeada de una multitud de personas. No hay un sitio cómodo para ver Santa Marta, ni siquiera la Plaza de la Concordia, con su amplitud. Cruzar el Salvador este Lunes Santo al paso de la cofradía era una misión imposible.
Una bulla bienvenida, si se le quitara la cantidad de sillitas de los chinos que tanto entorpecen –no se puede ni te dejan andar por el Centro– y la presencia de público que va buscando gresca. Ayer esto se puso de manifiesto cuando, al paso de las Penas por el Salvador, se vivieran gritos y forcejeos en los escalones del Salvador. Tanto fue así, que la Policía detuvo al presunto alborotador, mientras el público aplaudía a los agentes.
Vera Cruz, esa gran desconocida
Es una Semana Santa de otro tiempo cuando uno acude a ver Vera Cruz de vuelta. Las calles a medio llenar, pudiendo acompañar a los pasos por el ladito, sin molestar. El Cristo es sobrecogedor, pero lo que llama la atención es cómo Antonio Bejarano y los priostes de la hermandad han sido capaces de sacar a la luz toda la belleza de la Virgen de las Tristezas. Sobriedad en el tocado, como el propio palio, que hace que el rostro le quede completamente despejado, que es donde se descubre a las imágenes de categoría, como ésta.
Clasicismo en las Aguas
Lo que ha ganado el misterio con el nuevo paso y la banda de las Tres Caídas, sobre todo si lo que se toca es clásico. El cronista lo disfrutó en Castelar y Molviedro, con este tipo de interpretaciones. Y la Virgen, con «Procesión de Semana Santa en Sevilla» y «Amarguras», demostró que la elegancia no está reñida con la alegría. Lo de siempre triunfa porque es bueno.
Este Lunes Santo fue perfecto en todos los sentidos. Así fue la noche donde las aguas y las penas dieron el relevo al reloj. No hay más remedio.