Se han cargado y se siguen
cargando mucho las tintas en el origen sevillano de la marcha procesional. Las
voces se muestran seguras y altivas a la hora de reivindicar el protagonismo
hispalense en los inicios del género en Andalucía. No hay duda, por supuesto,
de que Sevilla ejerció un papel dinamizador. Pero no fue la única cuna de la
marcha procesional andaluza. En Córdoba, mientras que los Font o Joaquín Turina
hacían marchas para la Semana Santa de Sevilla, otros como Juan Antonio Gómez
Navarro, Eduardo Lucena o Martínez Rücker estrenaban sus respectivas marchas
para los cortejos de aquella Semana Santa.
El hecho de que uno de los
mejores pianistas y compositores que hayamos tenido en España, como es el
cordobés Cipriano Martínez Rücker, sea el que pone nombre a dos de las primeras
marchas fúnebres que se conocen, es un motivo más que de peso como para situar
a Córdoba entre una de las ciudades donde se gestó el que hoy es un amplio
patrimonio musical para las cofradías.
Rücker (1861-1924) fue un músico
de fuste, de vocación y de profesión. Muy pronto comenzó a destacar en la música,
en especial al piano. Tras unas primeras enseñanzas en Córdoba y Sevilla, se
trasladó a Madrid, en donde recibió su formación más sólida. Allí, nuestro
consumado pianista, uno de los mejores que hemos tenido en España, estrenó
diversas obras y formó parte en la dinamización de sus ambientes sociales y
culturales. Martínez Rücker llevaba la carrera de un músico destinado al éxito
internacional, cuando de repente decidió afincarse nuevamente en Córdoba,
seguramente por motivos personales a raíz de contraer matrimonio con la
cordobesa Elena Ariza.
De esta forma, Rücker centra sus
anhelos y proyectos en Córdoba. Corría el ocaso del siglo XIX y la música
española no pasaba por su mejor momento. Eran tiempos de entre siglos y la
corriente italianizante fue tan poderosa que eclipsó a muchos nombres del
escenario musical autóctono. La actividad de Rücker no sólo se centró en la
compositiva, sino también en la del magisterio musical y la promoción y
organización de actos y veladas músico-culturales que ayudaron al
engrandecimiento de la trascendencia de Córdoba.
Colaboró en la reorganización de
la Banda Municipal, pero sin duda su esfuerzo más titánico se basó en la
creación de la Escuela Provincial de Música en 1902, como derivación de la
Sección de Música de la Escuela Provincial de Bellas Artes. Este hecho, que
puede considerarse como la génesis de nuestro actual conservatorio, unido a su
valiosísimo legado musical, ponen de relieve la figura tan grande que supone
Martínez Rücker para Córdoba y su historia.
En el aspecto estrictamente
musical, Martínez Rücker se incardina en el romanticismo tardío, siendo uno de
los mejores exponentes de este movimiento en Andalucía. Estilísticamente,
Rücker se alejó de los propósitos más vanguardistas de la época, como pudo ser
el serialismo, para aferrarse a una tradición clásico-romántica a la hora de
escribir obras de todo tipo. Imbuido en ese caldo de cultivo que fue el
romanticismo, el corpus musical de Rücker navega no sólo por sinfonías y piezas
de unas dimensiones importantes, sino también por géneros breves y populares
muy típicos del regionalismo y nacionalismo. Los títulos de algunas de sus
obras así lo atestiguan: “Adiós a la Alambra”, “Noches de Córdoba”, “Capricho
andaluz”, “Serenata Andaluza”, etc.
Concretando en el caso de la
marcha procesional, Martínez Rücker compuso dos marchas procesionales en un
contexto muy determinado. A finales del siglo XIX se registra su período más
fructífero en cuanto a la composición y estreno de piezas se refiere. Entonces,
la Banda Municipal de Córdoba era un eje vertebrador de la Semana Santa
cordobesa, donde se hacía acopio de marchas procedentes de diversas zonas y por
supuesto del cuño cordobés. Rücker, para la procesión del Santo Entierro de
1895 y 1898, compuso dos marchas respectivamente: la “Marcha Fúnebre opus 21” y
la “Marcha Fúnebre opus 35”.
Ambas composiciones son una de
las mejores muestras de los inicios del género y están a la altura de las
grandes marchas que todos conocemos de la familia de los Font. Rücker, para
este caso, nos pone de manifiesto la gran maestría como compositor y el
perfecto dominio de la instrumentación de la banda. Sus dos marchas fúnebres
destacan por una profunda construcción armónica, de la que parte una melodía
lánguida, muy triste, tan patética que con su sola audición el oyente puede
sentir y respirar una atmósfera luctuosa, propia de un cortejo de Semana Santa.
En ambas, además, su autor se decanta por una forma netamente clásica,
asemejada a la forma sonata, donde tras una introducción se expone el tema
principal, al que le sigue un desarrollo para terminar con una reexposición.
En la primera, la opus 21, Rücker
usa una interesante introducción realmente desgarradora, donde elonga
perfectamente la instrumentación y las tesituras de los instrumentos. Con el
desarrollo de la marcha, aparecen unas variaciones rítmicas e incluso un
pequeño ritardando que la hacen sumamente original. La segunda (opus 35),
quizás más conocida que la anterior, mantiene ese aire dulce y sentido de la
melodía, como ya hiciera en la opus 21, pero en esta ocasión con, quizás, un
mayor aporte de episodios enérgicos. Las dos, como pianista que era, se
encuentran versionadas también para piano.
Con la muerte de Martínez Rücker,
llega su ostracismo, tan sólo interrumpido por homenajes esporádicos, nacidos
al calor de efemérides de cierto nivel. Quizás, en los últimos años, estamos
asistiendo a una revalorización de su música, simbolizada por la sucesión de
algunos eventos e hitos. Ya en los noventa del pasado siglo la Orquesta de
Córdoba, previa adaptación de Luis Bedmar, interpretó sus marchas en unos
ciclos de conciertos cuaresmales. A su vez, la Orquesta de Plectro de Córdoba,
con Juan Luis González al frente, grabó un disco con algunas de sus piezas
sinfónicas bajo el lenguaje de los instrumentos de pulso y púa.
Más recientemente se sitúa el
capital papel que ha asumido la Banda de Música de la Esperanza y su gerente,
Rafael León Ramírez, en el relanzamiento de la música cordobesa, y en especial
la dedicada a su Semana Santa. Así, en la Cuaresma de 2007 reestrenaron para
banda de música sus dos marchas fúnebres, mientras que las bandas del Strmo.
Cristo del Confalón y AMUECI, ambas de Écija, las incorporaron igualmente a sus
repertorios.
El pasado año, la Banda Sinfónica
Municipal de Sevilla, bajo la dirección de Fco. Javier Gutiérrez Juan,
interpretó estas dos grandes marchas fúnebres en un concierto de Cuaresma. La
belleza de estas partituras, y sin duda su alto nivel técnico y artístico,
atraparon a su director, hasta el punto de que en el disco que han publicado
este año bajo el nombre de “Palabras de Esperanza”, incluyen la Marcha Fúnebre
Opus 21, siendo la primera vez que se registra en estudio. Sin embargo, la
labor de la Banda Municipal de Sevilla por la obra de Martínez Rücker, no se
reduce a este caso, ya que en otro trabajo discográfico de reciente
divulgación, “Espíritu Navideño”, aparecen la “Serenata Española” (Opus 37) y
el “Capricho Andaluz” (Opus 23) Una muestra inequívoca de la trascendencia de
Rücker en la música española.
Mateo Olaya Marín