La Conferencia Episcopal Española
ha emitido un mensaje con motivo de la festividad del Corpus Christi que tendrá
lugar el 22 de junio, y que lleva por título “Construyamos espacios de
esperanza”.
La fiesta del Corpus Christi nos
invita a entrar en el misterio de la Eucaristía, “misterio que se convierte en
el factor renovador de la historia y de todo el cosmos. En efecto, la
institución de la Eucaristía muestra cómo aquella muerte, de por sí violenta y
absurda, se ha transformado en Jesús en un supremo acto de amor y de liberación
definitiva del mal para la humanidad”.
La Eucaristía, sacramento del
amor, aviva en nosotros la conciencia de que donde hay amor brilla también la
esperanza, pues allí donde el ser humano se siente amado, experimenta la
salvación de Dios y descubre que es posible la esperanza.
Desde este misterio de amor y de
esperanza, que es la Eucaristía, los obispos de la Comisión Episcopal de
Pastoral Social invitamos a todos los cristianos, y de manera especial a
cuantos trabajáis en la acción caritativa y social, a abrir los ojos al
sufrimiento de nuestros hermanos más pobres, a escuchar el clamor de los
pueblos que padecen hambre y a construir juntos espacios de esperanza.
Miremos la realidad desde los
pobres
«He visto la opresión de mi
pueblo» (Ex 3,7), dice Dios. La caridad comienza por abrir los ojos a la
realidad, pero la realidad se puede mirar y valorar de diferentes maneras.
Podemos ver la realidad desde el beneficio de las grandes empresas, desde el
fluir de los préstamos bancarios, desde los intereses del mercado, desde la
reducción del déficit y los resultados macroeconómicos o podemos leer la
realidad desde el número de los parados, desde los desechados por el sistema,
desde las rentas mínimas, desde los índices de pobreza, desde los recortes de
los derechos sociales.
Nosotros queremos ver la realidad
con los ojos de Dios, desde el lado de los pobres, como nos pide también el
Papa Francisco. Una mirada así, desde la realidad y los derechos de los
pobres, nos permite señalar algunos indicadores verdaderamente preocupantes:
Tras más de seis años de crisis,
las personas que no padecen ningún tipo de exclusión social se han convertido
en una estricta minoría.
La fractura social entre aquellos
que se encuentran en la franja de integración y los que se encuentran en
situación de exclusión se amplía, llegando un sector de la población a una
situación insostenible.
Entre ambos grupos, unas clases
medias que decrecen y transitan, en buena parte, hacia espacios de exclusión.
Los datos más recientes de
algunos estudios sociales y la experiencia de nuestras Cáritas, nos hacen
sentir una gran preocupación por el aumento progresivo de la desigualdad, por
la reducción de los servicios sociales, por las dificultades para acceder a la
vivienda, por la bajada en el nivel medio de la renta, por el índice creciente
de la pobreza infantil.
Escuchemos el clamor de los
pueblos
Nuestro Dios, que tiene ojos
abiertos para ver, tiene también oídos atentos para escuchar a su pueblo: «He
visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los
opresores, conozco sus sufrimientos» (Ex 3,7). Y hoy hemos de escuchar «el
clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra» (EG n. 190)
que no solo tienen derecho a la comida o a un decoroso sustento, sino también a
otros bienes que les permitan vivir con dignidad, lo que implica educación,
acceso al cuidado de la salud, acceso al trabajo y a otros medios de desarrollo.
Esta es la llamada que nos hace
Caritas Internationalis en su campaña “Una sola familia, alimentos para todos”,
que queremos acoger y secundar también en el Día de la Caridad. No podemos
olvidar que, según la FAO, hay más de 845 millones de personas con hambre
crónica en el mundo, lo que constituye un verdadero motivo de escándalo, pues
sabemos que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se debe a la
mala distribución de los bienes y de la renta, problema que se agrava con la
práctica generalizada del derroche y el desperdicio de alimentos.
Generemos espacios de esperanza
Ante el sufrimiento de los pobres
y el clamor de los pueblos, no podemos quedar inactivos ni sumidos en la
indiferencia y el desaliento. Las palabras de Jesús: “Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros; haced esto en memoria mía” (Lc,19) son una invitación a
hacernos don, alimento, esperanza para los pobres. Así nos lo recuerda el Papa
Francisco: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos
de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan
integrarse plenamente en la sociedad: esto supone que seamos dóciles y atentos
para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (EG n.187).
Ser instrumentos de liberación y
promoción de los pobres, significa hoy –según nos dice Cáritas en su Campaña-
construir espacios que sean germen de un futuro distinto y generen esperanza. Y
generamos espacios de esperanza en medio de una sociedad asfixiada por la
crisis:
Cuando respondemos con gestos
sencillos y cotidianos de solidaridad ante las necesidades de los hermanos y
cambiamos nuestros hábitos alimentarios evitando el desperdicio de alimentos.
Cuando reconocemos la función
social de la propiedad, el destino universal de los bienes y defendemos los
derechos de los más pobres aún a costa de renunciar los más favorecidos a algunos
de sus derechos.
Cuando creamos una nueva
mentalidad que nos lleva a pensar en términos de comunidad y a dar prioridad a
la vida de todos sobre la apropiación indebida de los bienes por parte de
algunos.
Cuando contribuimos a una
economía al servicio del ser humano, no del dinero y el mercado, y rechazamos y
denunciamos la economía de la exclusión y del descarte que mata.
Cuando apostamos por los más
débiles, promovemos el desarrollo integral de los pobres y cooperamos para
resolver las causas estructurales de la pobreza.
Con esta campaña Cáritas quiere
ayudarnos a tomar conciencia del gran papel que jugamos cada persona, cada
familia, cada comunidad, en este momento de la historia. Es una invitación a
construir espacios de vida, de novedad, de justicia, de fraternidad, para
restaurar los derechos de todas aquellas personas que viven en situación de
pobreza y vulnerabilidad.
Por eso, con palabras de
Francisco os decimos: «no os dejéis robar la esperanza». Desde el misterio de
la Eucaristía, vida entregada para la vida del mundo, os animamos aquí y ahora,
en este momento de nuestra historia, a mirar la realidad desde los pobres, a
escuchar su clamor y a generar cada día
pequeños espacios de esperanza.