La historia del candil es casi tan antigua como la humanidad. Su origen data de hace muchos años, ya que estas lámparas empezaron a utilizarse en el siglo X a. C. A lo largo de este tiempo han alumbrado a hombres y mujeres en sus tareas y en sus momentos de diversión, han iluminado con su luz templos paganos e iglesias y han ofrecido su resplandor parpadeante a todos los pueblos y culturas.
Se trata hoy en día sin duda de un elemento muy decorativo que nos recuerda la trémula luz de subsistencia que hasta hace no mucho ha sido necesaria en los pueblos de España y ha sido tan socorrida para pastores, cuadras y viviendas que han tardado en tener luz eléctrica. En nuestra imagen mental el candil está fuertemente ligado a la vivienda troglodita o vivienda en cuevas, esas cuevas que precisamente tenían las paredes ennegrecidas por el humo de los candiles.
Todos ellos tenían una misión, "alumbrar". Alumbrar los hogares al anochecer… Y, a partir de ahora, alumbrar esta página desde la alborada y desde el recuerdo.
En esta inaugural entrada no puedo dejar de evocar, en el primer aniversario de su muerte, a nuestro amigo José Mª Gutiérrez Casares, “Guti”, que fuera Hermano Mayor de la Hermandad del Calvario durante doce años ininterrumpidos.
Dicen que los grandes seres humanos no necesitan mucho tiempo para dejar huella en esta vida, una enseñanza, un apoyo, unas palabras de aliento, o simplemente, el optimismo y tranquilidad que reflejan en el diario ir y venir de los días, que ayudan a los que los rodean a salir adelante, a ver las cosas más fáciles… Guti nos abandonó, pero todo un legado de bondad, sencillez y fraternidad se quedó aquí con todos nosotros.
Y en estos días de elecciones ruidosas, de estratagemas y artificios por alcanzar el poder por parte de quienes lo trataron con mezquindad, con airado olvido y con prepotencia indocta cuando se nos fue, ha estado más presente que nunca en nuestras vidas.
La distancia no es el olvido, ni la corporal ni la del alma. Su espíritu, admirable candil que se ilumina hoy, forma parte de nuestra existencia y de nuestra Cofradía. Porque es nuestra, de todos, de los pretéritos y de los recientes, de los presentes y de los ausentes… Esencialmente, de quienes la quieren bien, de quienes la respetan y admiran, como lo hizo él durante tantos años, desde el afecto y la devoción.
La vida, como la superioridad mal entendida, es efímera, transitoria y provisional… Alegoría que se puede observar en una de las obras más interesantes del Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela, “La Vieja del Candil”. El lienzo, atribuido al holandés Matías Stommer o Stom, muestra a una mujer anciana que sostiene con su mano derecha una botella, mientras la escena queda iluminada tenuemente por la llama de una candela.
Aparentemente, esta obra es intrascendente en cuanto a su temática, pero la simbología de la candela que lentamente se apaga, la botella que se vacía de agua y la anciana mujer, manifiesta el paso del tiempo y la fugacidad de la vida, a través del aspecto simbólico tanto de los objetos como de la propia escena en sí.
Así pues una temática simple y cotidiana lleva consigo toda una simbología y significado profundo y trascendental. Igual que la vida, el poder nunca es eterno. Siempre llega el día en que las adulaciones se acaban…
Mientras tanto, José Mª, descansa lleno de paz en algún lugar del firmamento donde ya no existe el tiempo, bajo el cobijo de Nuestro Padre Jesús del Calvario y de Nuestra Señora del Mayor Dolor a quienes tanto querías.
Mª del Carmen Hinojo Rojas
Fuente Fotográfica Museo Diocesano de Arte Sacro de Orihuela
Fuente Fotográfica Ángel E. Córdoba
Recordatorio La Saeta sube al Cielo: La Esperanza es el sueño del hombre despierto
Fuente Fotográfica Ángel E. Córdoba
Recordatorio La Saeta sube al Cielo: La Esperanza es el sueño del hombre despierto