Corría el año de 2009 cuando Jesús Cabrera nos deleitaba con este excelente artículo, publicado el 5 de abril del mencionado año en El Día de Córdoba. Disfruten.
A lo largo de la historia del arte es frecuente encontrar autores -incluidos los grandes maestros- que en su producción usan modelos cuyos rasgos aparecen constantes en las figuras tanto pictóricas como escultóricas. De este modo, muchas obras de autoría desconocida son documentadas o atribuidas en base a estas patentes características de estilo. En torno a la imaginería, el grueso de los artistas se identifica por crear un estilo personal que se basa en la libre interpretación de una fisonomía y en su adaptación concreta a cada pieza.
El caso de Juan Martínez Cerrillo (Bujalance 1910, Córdoba 1989) no es ajeno a esta modalidad. A lo largo de su producción se puede observar cómo sus imágenes marianas -aún siendo diferentes entre sí- mantienen unas señas de identidad propias. En ellas, además, se aprecia que desde las más tempranas hasta las postreras mantienen un aire común que no se ha diluido en más de cuatro décadas de trayectoria profesional. ¿Cuál es la base, entonces, de este estilo propio que hace reconocer a distancia las tallas de este imaginero cordobés?
Lógicamente, Martínez Cerrillo debía contar con una modelo que le permitiera adaptar en cada momento las características que debía reunir la imagen. Éste podía ser de creación propia o estar basado en alguna persona real, siendo tan legítima una opción como otra. En el primer supuesto podría estar el caso de Antonio Castillo Lastrucci (Sevilla 1882, 1967), quien crea su referencia más popular a partir de la reinterpretación que hace de la destruida Virgen de la Hiniesta, aunque en otras imágenes se basara en mujeres reales. Por el contrario, Antonio Illanes (Umbrete 1901, Sevilla 1976) se inspira directamente en los rasgos de su esposa, Isabel Salcedo, para sus imágenes marianas más reconocidas, como las de la Paz o las Tristezas.
¿En qué fuente, por tanto, bebe Martínez Cerrillo para que un grupo de sus obras tenga un parecido tan notable? Era casi un secreto y pocas personas en Córdoba sabían el nombre y apellidos de la modelo. Quienes lo conocían afirmaban con certeza que Nuestra Señora de la Paz y Esperanza y otras tallas salidas de las gubias del bujalanceño estaban inspiradas en los rasgos de una muchacha que había vivido en el barrio de San Andrés. Pero estos testimonios, por muy fiables que fueran, no eran suficientes para lanzar a los cuatro vientos la identidad de esta mujer. O se confirmaba convenientemente el dato o se seguía manteniendo en reserva para conservar el anonimato deseado por el autor.
El caso de Juan Martínez Cerrillo (Bujalance 1910, Córdoba 1989) no es ajeno a esta modalidad. A lo largo de su producción se puede observar cómo sus imágenes marianas -aún siendo diferentes entre sí- mantienen unas señas de identidad propias. En ellas, además, se aprecia que desde las más tempranas hasta las postreras mantienen un aire común que no se ha diluido en más de cuatro décadas de trayectoria profesional. ¿Cuál es la base, entonces, de este estilo propio que hace reconocer a distancia las tallas de este imaginero cordobés?
Lógicamente, Martínez Cerrillo debía contar con una modelo que le permitiera adaptar en cada momento las características que debía reunir la imagen. Éste podía ser de creación propia o estar basado en alguna persona real, siendo tan legítima una opción como otra. En el primer supuesto podría estar el caso de Antonio Castillo Lastrucci (Sevilla 1882, 1967), quien crea su referencia más popular a partir de la reinterpretación que hace de la destruida Virgen de la Hiniesta, aunque en otras imágenes se basara en mujeres reales. Por el contrario, Antonio Illanes (Umbrete 1901, Sevilla 1976) se inspira directamente en los rasgos de su esposa, Isabel Salcedo, para sus imágenes marianas más reconocidas, como las de la Paz o las Tristezas.
¿En qué fuente, por tanto, bebe Martínez Cerrillo para que un grupo de sus obras tenga un parecido tan notable? Era casi un secreto y pocas personas en Córdoba sabían el nombre y apellidos de la modelo. Quienes lo conocían afirmaban con certeza que Nuestra Señora de la Paz y Esperanza y otras tallas salidas de las gubias del bujalanceño estaban inspiradas en los rasgos de una muchacha que había vivido en el barrio de San Andrés. Pero estos testimonios, por muy fiables que fueran, no eran suficientes para lanzar a los cuatro vientos la identidad de esta mujer. O se confirmaba convenientemente el dato o se seguía manteniendo en reserva para conservar el anonimato deseado por el autor.
Pero el propio Martínez Cerrillo no tuvo reparo alguno en desvelar este secreto, puesto que, a decir verdad, no desmerecía en absoluto el mérito de su producción artística. Independientemente de que se lo comunicara verbalmente a alguien en algún momento de su vida, no dudó en decirlo en una entrevista que le hicieron en 1985 y que salió publicada en la revista Alto Guadalquivir, especial Semana Santa giennense de 1998. El autor, Luis Escalona, reconstruye en base a las notas tomadas la conversación mantenida con el imaginero cordobés sobre la imagen de Nuestra Señora de las Lágrimas: "Esta imagen se hizo en 1938; por ser hijo de padres sexagenarios me libré de ir al servicio militar y recibí el encargo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Calvario, de la parroquia de San Lorenzo, de hacer una dolorosa y como modelo escogí a una señorita (se paró un poco y poniendo las manos sobre la cabeza la recordó) ¡Ya está! ¡Araceli Chacón!".
Una vez confirmado el nombre sólo faltaba localizar a la modelo, una operación que en principio se presentaba complicada por el largo tiempo transcurrido y por la desgraciada desaparición de muchos testigos directos de esta historia. Un día, un comentario cogido al vuelo ofreció una importante pista que permitía localizar con precisión a su familia. Su hijo Manolo lo confirmó casi todo, salvo que su madre fuese modelo de Martínez Cerrillo. No había oído hablar de ello en su vida. "¿Quieres ir un día a su casa a tomar café y lo hablas con ella personalmente?", añadió.
Araceli Chacón conserva con frescura los recuerdos de aquella época, pese a que han pasado nada menos que siete décadas. Nunca dio importancia a que sus rasgos quedasen inmortalizados en imágenes que reciben culto y que cada Semana Santa levantan clamores en distintos puntos de la geografía. Por eso guardó silencio sobre unos datos que, en principio, sólo conocían ella y su hermana.
Nació en la calle Beatas, hija de un sastre al que un premio de la Lotería Nacional le permitió comprar una vivienda en la calle Santa María de Gracia, junto al convento de dominicas. En la planta baja tenía su taller Martínez Cerrillo, donde en plena guerra civil se abría camino profesional con los encargos que le surgían. Un día pidió a Araceli que si no le importaba posar para él. Conseguidos los oportunos permisos paternos, la joven quedó inmortalizada en unas cuantas sesiones, algo a lo que no le dio valor, ya que por su juventud y belleza era consciente de que llamaba la atención. "En el barrio me decían La Francesita", comenta Araceli en alusión a su pelo rubio.
La familia Chacón regresó a la calle Beatas y poco a poco se fue diluyendo la relación con la familia Martínez Cerrillo. Aquel busto que el bujalanceño realizó no tuvo en principio mayor trascendencia, hasta que un día Araceli se enteró de que estaba haciendo la imagen de una Virgen que llevaba sus rasgos. Era la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Esperanza, para la cofradía del Calvario, con la que salió en procesión entre 1939 y 1945 hasta que pasó a una cofradía de Jaén, cambiando su advocación por la de Virgen de las Lágrimas. Tras ella tallaría Nuestra Señora de la Paz y Esperanza y otras cuantas más con los rasgos idealizados del retrato que un día hiciera de Araceli Chacón. Éste encajaba con tanta perfección en el objetivo estético que el imaginero pretendía para muchas de sus imágenes marianas que llegó el momento en que dejó de modelar y acometía las tallas directamente con la gubia, como señaló en más de una entrevista. Se lo sabía de memoria.
En el salón de la vivienda hay enmarcada una fotografía de Araceli Chacón tomada seis años después de que posara para Martínez Cerrillo. Efectivamente, en el rostro de la joven se identifica con facilidad la fisonomía de las vírgenes que hicieron famoso al imaginero cordobés, y viceversa. El dibujo de las cejas, el perfilado de la nariz, el óvalo facial o los ojos luminosos y evocadores de la fotografía son la clara confirmación de que esta mujer, sin calcular su trascendencia, ha jugado un importante papel en la historia del arte cofrade cordobés.
Del taller de Santa María de Gracia, primero, y del de la plaza de San Rafael, después, salieron imágenes que recordaban con certeza a la muchacha del barrio de San Andrés. Pero ella había minimizado este recuerdo, que sólo aflora cada vez que ve a la Virgen de la Paz y Esperanza, hasta el punto de que su descendencia no lo ha sabido hasta ahora. Hace unos años, su hermana le regaló una estampa de la Virgen de las Lágrimas de Jaén. "Toma, tu Virgen", le dijo. Repolicromías posteriores han hecho que esta imagen se haya distanciado algo del parecido que tuvo con la modelo, por ejemplo, en sus primeros tiempos, cuando fue bendecida en San Lorenzo, momento cuya fotografía acompaña estas líneas. Pero esta circunstancia no impide que conserve con cariño -como testigo mudo de una época ya ida- esta estampita delatora de un secreto que ahora sale a la luz.
Una vez confirmado el nombre sólo faltaba localizar a la modelo, una operación que en principio se presentaba complicada por el largo tiempo transcurrido y por la desgraciada desaparición de muchos testigos directos de esta historia. Un día, un comentario cogido al vuelo ofreció una importante pista que permitía localizar con precisión a su familia. Su hijo Manolo lo confirmó casi todo, salvo que su madre fuese modelo de Martínez Cerrillo. No había oído hablar de ello en su vida. "¿Quieres ir un día a su casa a tomar café y lo hablas con ella personalmente?", añadió.
Araceli Chacón conserva con frescura los recuerdos de aquella época, pese a que han pasado nada menos que siete décadas. Nunca dio importancia a que sus rasgos quedasen inmortalizados en imágenes que reciben culto y que cada Semana Santa levantan clamores en distintos puntos de la geografía. Por eso guardó silencio sobre unos datos que, en principio, sólo conocían ella y su hermana.
Nació en la calle Beatas, hija de un sastre al que un premio de la Lotería Nacional le permitió comprar una vivienda en la calle Santa María de Gracia, junto al convento de dominicas. En la planta baja tenía su taller Martínez Cerrillo, donde en plena guerra civil se abría camino profesional con los encargos que le surgían. Un día pidió a Araceli que si no le importaba posar para él. Conseguidos los oportunos permisos paternos, la joven quedó inmortalizada en unas cuantas sesiones, algo a lo que no le dio valor, ya que por su juventud y belleza era consciente de que llamaba la atención. "En el barrio me decían La Francesita", comenta Araceli en alusión a su pelo rubio.
La familia Chacón regresó a la calle Beatas y poco a poco se fue diluyendo la relación con la familia Martínez Cerrillo. Aquel busto que el bujalanceño realizó no tuvo en principio mayor trascendencia, hasta que un día Araceli se enteró de que estaba haciendo la imagen de una Virgen que llevaba sus rasgos. Era la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Esperanza, para la cofradía del Calvario, con la que salió en procesión entre 1939 y 1945 hasta que pasó a una cofradía de Jaén, cambiando su advocación por la de Virgen de las Lágrimas. Tras ella tallaría Nuestra Señora de la Paz y Esperanza y otras cuantas más con los rasgos idealizados del retrato que un día hiciera de Araceli Chacón. Éste encajaba con tanta perfección en el objetivo estético que el imaginero pretendía para muchas de sus imágenes marianas que llegó el momento en que dejó de modelar y acometía las tallas directamente con la gubia, como señaló en más de una entrevista. Se lo sabía de memoria.
En el salón de la vivienda hay enmarcada una fotografía de Araceli Chacón tomada seis años después de que posara para Martínez Cerrillo. Efectivamente, en el rostro de la joven se identifica con facilidad la fisonomía de las vírgenes que hicieron famoso al imaginero cordobés, y viceversa. El dibujo de las cejas, el perfilado de la nariz, el óvalo facial o los ojos luminosos y evocadores de la fotografía son la clara confirmación de que esta mujer, sin calcular su trascendencia, ha jugado un importante papel en la historia del arte cofrade cordobés.
Del taller de Santa María de Gracia, primero, y del de la plaza de San Rafael, después, salieron imágenes que recordaban con certeza a la muchacha del barrio de San Andrés. Pero ella había minimizado este recuerdo, que sólo aflora cada vez que ve a la Virgen de la Paz y Esperanza, hasta el punto de que su descendencia no lo ha sabido hasta ahora. Hace unos años, su hermana le regaló una estampa de la Virgen de las Lágrimas de Jaén. "Toma, tu Virgen", le dijo. Repolicromías posteriores han hecho que esta imagen se haya distanciado algo del parecido que tuvo con la modelo, por ejemplo, en sus primeros tiempos, cuando fue bendecida en San Lorenzo, momento cuya fotografía acompaña estas líneas. Pero esta circunstancia no impide que conserve con cariño -como testigo mudo de una época ya ida- esta estampita delatora de un secreto que ahora sale a la luz.