Hay algo que me viene llamando la atención desde hace algún tiempo. La desidia está a la orden del día, cuantas veces podremos verla plasmada en las redes sociales, no se leen nada más que lamentos.
Sin duda, no son los mejores años vividos estos últimos, aunque ésa es una forma muy pesimista de ver las cosas, digamos que han sido algo más dificultosos que el resto, pero no imposibles, al fin y al cabo, aquí seguimos ¿no?. Alguien muy cercano siempre me repite “no hay nada como tener a alguien alegre a tu lado” y es cierto. ¿Quien no ha tenido un mal día y lo último que le apetece es tener que escuchar las penas ajenas? El problema está cuando la mayoría de la gente cae en este bucle y ya nadie habla de la alegría de vivir, como si de una pandemia se tratase. Nos vamos contagiando los unos a los otros de un pesimismo lamentable. Por supuesto yo me incluyo en ese bucle viral y no sería la primera vez ni la última en que, cada uno por nuestros motivos, nos vendríamos abajo.
Aquí es cuando siempre, y cuando digo siempre, es siempre, me viene a la mente esa Bendita mano derecha apoyada en una roca, sosteniendo todo el peso de un tropiezo y una cruz. Y que aun así, nuestro Padre se levantó una, dos y hasta tres veces, dispuesto a morir. Tomemos su ejemplo, dispongámonos no a morir, sino a vivir. Cada vez que caigamos, apoyémonos en algo tan sólido como una roca, algo tan fuerte como la Fe. Alegrémonos de lo que tenemos y agradezcámoselo siempre. No reivindico desde estas líneas una actitud conformista, no me malentiendan; al contrario, siempre defenderé una posición ambiciosa ante la vida, sana y positivamente hablando.
Por eso, con esta simple reflexión personal, quiero animar a combatir esa desidia ya citada, esa actitud pesimista que no hace nada más que estorbarnos y entorpecernos en nuestro día a día. “La esperanza es el sueño del hombre despierto”, lo decía Aristóteles, y no se equivocaba. Pongamos ESPERANZA a nuestra vida.
Estela García Núñez
Recordatorio La Saeta sube al Cielo