La imaginería es una de las artes que ha vertebrado la ciudad. Las hermandades a lo largo de los siglos han ido encargando a imagineros la realización de obras que pronto se convirtieron en imágenes devocionales y poco después pasaron a formar parte de la historia de la ciudad. Sevilla no se entiende sin algunas de sus imágenes. Pero, desde el punto de vista técnico, ¿cuáles son las mejores concebidas?
Continuamos hoy el serial para conocer cuáles son las mejores obras de la Semana Santa de Sevilla, en esta ocasión con las imágenes. Y hablamos con Juan Manuel Miñarro, escultor que nos analiza, desde su punto de vista profesional, las imágenes que son objeto de la devoción de los sevillanos.
El Nazareno. Quedarse con uno para los sevillanos es algo dificilísimo. Es la iconografía más difícil en este sentido. Hay una diferencia: expresión y perfección. El Gran Poder es el que más conmueve, el que más expresa. Pero el Señor de Pasión es una obra perfecta, idealista. Ésta es más correcta, más armónica. Pero el Gran Poder es potencia. El escultor tiene que decantarse por alguna de estas dos vertientes, lo más complicado es unir las dos. En cualquier caso en Sevilla no se entiende pensar en un nazareno y quedarse con uno, no se entiende el uno sin el otro. No en vano, ambas esculturas forman parte del siglo de oro de la escultura sevillana.
Un crucificado. El Cachorro. El escultor consigue una anatomía perfecta. La representación del cuerpo es impecable. Juan de Mesa con el Amor quiso hacer el Gran Poder, y con Buena Muerte quiso hacer Pasión. Y el Cachorro existe porque antes existieron los dos y en él se conjugó todo; el expresionismo y el idealismo.
Una dolorosa. No hay duda, la imagen más perfecta es la Esperanza Macarena. Su cara tiene una cantidad infinita de matices. En tan sólo un cuadrante, con uno de los ojos y una ceja tiene más matices que otras imágenes en el rostro completo. Además cada cuadrante es distinto y cada parte de la cara es diferente a la contraria. Es una simetría extraordinaria que le otorga humanidad. Parece que está palpitando. Los escultores suelen huir de la asimetría y buscan lo contrario, pero el resultado final es lo que cuenta. La cara de la Macarena es un compendio de matices inexplicable con un resultado inexplicable en cuanto a perfección.
El misterio en conjunto. La Quinta Angustia. En primer lugar porque la imagen del Cristo es maravillosa, al igual que la de la dolorosa. Es una pena que Rodríguez-Caso no hiciera más obras para la Semana Santa de Sevilla. Y como conjunto es una escenificación maravillosa. El movimiento y el dinamismo que tiene en la calle es su mejor riqueza. Parece que realmente el Señor está colgando del sudario.
Imagen secundaria. El cirineo de San Isidoro es la más clara representación del Renacimiento en Sevilla. Está tallado entero, no depende de cómo sean los ropajes con los que se vista, la importancia es toda de la escultura. El escultor se lo juega todo en la ejecución y resulta perfecta. Me recuerda a las esculturas de Miguel Ángel.
Una imagen letífica. La Pastora de Santa Marina. Tiene pocos elementos en cuestión de gesto, que por ejemplo apenas está marcado. Pero es una escultura que trasmite mucho, es una representación clara de la espiritualidad de María.