Se viste el Ángel de nubes que cubren sus alas, mientras piensa en el arte de vestir Dolorosas. Suspira cuando observa cambios, fichajes y pre-contratos. El suspiro se alarga por las calles que van desde un templo apostólico hasta la cantina más repleta donde las voces se calientan con espuma y anuncios de ropa nueva para la Virgen.
Uno que vestirá porque otro ya no lo hará allí, pero tal vez si en el interior de otro templo fernandino. Se divierte el Ángel con este particular mercado de fichajes. Pues, otro vestidor quedaría sin equipo y mira alrededor. Mira, quizás, buscando un nuevo destino donde forjar la aguja, la blonda y la seda.
Y como vestirse de tules no puede, el querubín suspira por aquellos vestidores que, sin ser tan mediáticos, son profetas en su tierra y realzan la belleza de María en las frías noches de Cuaresma. También en trincheras fernandinas y otros frentes anónimos, sin erguirse protagonistas en los días señalaítos de una hermandad en la que llevan poco más de tres horas.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El suspiro del Ángel: Deudas, contratos y cartas