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jueves, 14 de agosto de 2014

Sendero de Sueños: Matando en nombre de Dios


Cuando les enseño a mis alumnos el tema correspondiente a las catacumbas donde los primeros cristianos se reunían por ser perseguidos y ejecutados si los apresaban, no entienden cómo se puede perseguir a alguien por poseer diferente ideología religiosa. Esto ocurría hace ya mucho más de 2000 años, cuando Roma, era dueña y señora de todo. Pues bien, hoy parece que seguimos en la misma época.  Matando por tener creencias diferentes a las nuestras.

Las noticias que vemos a diario en nuestras casas, esas que deben ser redactadas por profesionales de la información, nos traen muertes de niños inocentes cristianos. Y no una muerte cualquiera, sino niños que son degollados por manos asesinas. Fanáticos religiosos que no entienden que ningún Dios, llámese como se llame, pide la muerte de sus hijos. Sin embargo,  los periodistas, no dicen que, estos pequeños, mueren por ello.

Los iraquíes que están matando en nombre de su Dios, sin conocer, a veces, que el Islam y el Cristianismo proceden del mismo tronco, se toman la ley divina por su mano, no siendo conscientes que se convierten en asesinos, y no son castigados por sus políticos,  porque creen estos mandatarios que hacen lo que deben hacer. Y nosotros mientras... callados. Pensando en la depresión post vacacional que vamos a tener, o debatiendo en un chiringuito o en cualquier bar, si la repatriación del misionero con ébola, tristemente fallecido, debe pagarlo su orden o el Gobierno, sin pararnos a pensar que, durante todas nuestras vacaciones, en otra parte del mundo,  hay personas muriendo a manos de sus vecinos.

Parece mentira que en pleno siglo XXI las cosas sigan igual que en tiempos del Imperio Romano, donde la libertad sólo la tenía el Emperador de turno, haciendo de sus semejantes unas marionetas asesinas.

Señores periodistas, digan que los niños degollados son cristianos, ¿o es que tienen miedo a algo? ¿Quién lo impide? 

No se paralicen ante este sentimiento, ya lo dije en una ocasión. Llamemos a las cosas por su nombre. Dejemos de hacer pagar los fanatismos adultos a los inocentes. Dejemos que vivan en un mundo de paz, en un país libre. 

Por favor, señores dirigentes, sí a los que competen estos temas, llámese ONU o la Organización que sea, dedíquense a salvar a esas personas que no tienen culpa del odio de los que quieren odiar y déjense de mirarse el ombligo y su cuenta bancaria.

Y nosotros, dejemos de estar quietos ante esto. Como Iglesia debemos condenar estos actos. Hablemos alto y claro, y denunciemos estos hechos. Además,  quisiera que reflexionemos sobre una cuestión... ¿nuestra fe es tan fuerte que si llegara el momento de defenderla con nuestra propia vida, lo haríamos? ¿O como Pedro negaríamos tres veces o más? 

Raquel Medina










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