En este periodo de verano, parece que gran cantidad de “cofrades” sólo se
acuerdan de las Hermandades para comentar el último fichaje mediático para ir
tras este misterio o aquel palio. Soy de los que piensan que, en general,
conferimos demasiada importancia al terreno de las bandas. Se intenta ocultar
el interés en determinada formación, hay especulaciones sobre si se contratará
a tal o a cual banda y por qué motivos, se anuncian sus contrataciones como si
fueran el Cristiano Ronaldo de turno, hay
un lamento exagerado si una banda pierde un contrato o se monta un gran debate
por haber confiado en una y no en otra. Y lo dice uno al que le apasiona la
música cofrade y propenso a opinar sobre las bandas, como se puede observar en
la Pauta Musical que escribo semanalmente.
Está claro que no se puede tratar como un asunto nimio los
acompañamientos musicales de los titulares, descuidándolo y dejándolo al libre
albedrío o bajo la responsabilidad de personas poco cualificadas, eso nadie lo
discute: la música es una parte bonita y que tiene su importancia en la Semana
Santa. Pero tampoco podemos endiosar a las bandas como si estas fueran tan
protagonistas (o más) que los propios titulares. Para empezar porque el único
protagonista de la Semana Santa y las Cofradías han de ser los sagrados
titulares, y nadie más. Si cometemos el error de darle tanta relevancia a los
acompañamientos musicales, estaremos tropezando con la misma piedra que nuestros
antecesores con el Becerro de Oro (ya escribí un artículo sobre ello), y luego
sería de necios seguir llevándose las manos a la cabeza cuando alrededor del
estandarte de la banda de postín de turno haya más expectación que del paso al
que ésta acompañe o cuando éstas pidan cantidades desorbitadas a Hermandades
asfixiadas económicamente –las de los pueblos, normalmente-, mientras que
prácticamente se regalan por ir a capitales (este es otro tema que trataré en
profanidad en otro artículo). Bien es cierto que hay formaciones musicales más
propensas a todo ello, las mediáticas (todos sabemos cuáles son), pero si
seguimos así cada vez el fenómeno se extenderá más, hasta que nos olvidemos de
que delante de nuestras admiradas bandas va un Cristo o una Virgen.
Hay que poner pie en pared ya, y creo que la solución pasa por una
reacción conjunta de las distintas partes involucradas. Las bandas, dejando de
lado las campañas de marketing y dedicándose a tocar tras los pasos de misterio
de la manera más correcta y adecuada, sin lucimientos personales con solos de
cornetas que parecen no terminar nunca, y que lo único que consiguen es que ese
aplauso vaya al solista y no al misterio. Las Hermandades, terminando con ese
secretismo que engloba a todo el mundo de los acompañamientos musicales, y
dejando de deslizar rumores musicales. Y sobretodo, ofreciendo una formación
cofrade de calidad. Para terminar, los cofrades de a pie, interesándose por
adquirir esta formación cofrade ofrecida por las Hermandades. Es importantísimo
normalizar la situación. Que nadie se engañe ni les engañen, los de las bandas
o los de las Hermandades, los acompañamientos musicales son un mero complemento
de la estación de penitencia de una Cofradía. Las bandas tienen importancia,
sí, pero en su justa medida y siendo conscientes de lo que va delante de ellas.
Hay que normalizar la situación de una vez por todas, por el bien común.
José Barea